"La vida en el Centro de Alto Rendimiento era dura", recuerda Moyá sobre su estancia en Sant Cugat. "Desde las 8.15 de la mañana a 19.00 de la tarde era un no parar entre clases del colegio y entrenamientos". A los tres meses de estar allí comprendió que era imposible llevar al día los estudios y comenzó su carrera en el tenis. "A veces nos escapábamos un poquito de la residencia", le explica el tenista entre risas a Bertín.