En enero del año pasado, se descubrió que un empleado del banco francés Societé Générale estafó 4.900 millones de euros. Un operador había tomado "posiciones masivas en dirección fraudulenta en 2007 y 2008". Tras el desfalco, ocultó el fraude con "un elaborado esquema de transacciones ficticias", según informó la prensa francesa, gracias a "su profundo conocimiento de los procedimientos de control" del propio banco gracias a su dilatada experiencia sobre el funcionamiento de la entidad. Este escándalo costó la dimisión del presidente de la entidad, Daniel Bouton.
En marzo de 2008, el director de una sucursal bancaria de Fuenlabrada, José María C.Q. fue detenido tras descubrirse una presunta estafa superior al millón de euros. Este hombre de 42 años gestionaba créditos para inmigrantes necesitados de préstamos. Junto con unos cooperadores, falsificaba la petición el crédito y la solvencia del peticionario. Entonces, a cambio de una cantidad de dinero, concedía el préstamo.
Organizaciones piramidales
En abril del mismo año se inició el juicio contra Antonio Fontaneda. Este hombre gestionaba el Grupo Acai, un grupo inversor acusados de captar durante años importantes sumas de dinero con la promesa de invertirlos y obtener rentabilidades entre el 5 y el 10% mensuales. El truco que emplearon fue la creación de una organización piramidal en la que, como dice el Banco Popular que ocurrió con el caso de Pepe, que las aportaciones de nuevos inversores servía para pagar los intereses de los que ya estaban metidos en la estafa hasta que estalló el globo. Estafó un monto de 7,7 millones de euros a 290 pequeños inversores.
Registros al margen del sistema informático del banco
Y en Mayo, el Banco Santander denunció a un ex empleado de una sucursal en Toro, Zamora. Este hombre recogía el dinero en efectivo de los clientes y lo registraba en los papeles con una máquina de escribir, es decir, al margen del sistema informático del banco. Su sistema piramidal pagaba los intereses de los clientes con el dinero que le habían dado nuevos estafados. El caso afectó a treinta personas, que pudieron perder cerca de 3,3 millones de euros.
Todo esto sólo en un año. Pero las hemerotecas están llenas de casos similares a todos los niveles. Como por ejemplo el de Carlos T.D, ex director de Banesto en la provincia de Toledo. Este hombre estafó 13.000 euros a un amigo suyo al que le abrió una cuenta que domicilió en la propia dirección de la sucursal. De este modo, el acusado dispuso de los ahorros de la víctima, que tardó cinco años en denunciar los hechos, lo que sirvió para que Carlos T.D fuera absuelto.
Aprovechar el desorden del papeleo del banco
La falsedad documental en estos casos siempre ha estado a la orden del día. En 1997, un empleado del Banco Simeón en Riotorto, en Galicia, robó diez millones de pesetas a un vecino entregándole una justificación donde figuraba que era titular de la misma cantidad de dinero en pagarés de empresa a un plazo de tres años, según informó La Voz de Galicia. Un procedimiento que repitió con varios clientes. Este empleado, Manuel Veiga Castro, se justificó durante el juicio aludiendo a la descoordinación del banco: "había bastante desorden pero estaba solo y tenía que hacer al mismo tiempo labores comerciales y administrativas; los archivos estaban un poco desordenados".
"Los bancos son mala gente"
Por otro lado, en Barcelona, a raíz del caso de 'Pepe el del Popular', el diario La Vanguardia informó de que cundía su ejemplo en la ciudad condal. Un director del Citibank también montó un banco paralelo. Lo que hacía era aumentar la cuantía de los préstamos. En el caso que destapó la estafa, un cliente que había pedido 80 millones, en las notas del banco figuraba que debía 500. El desfalco ascendía pues a 420 millones de pesetas.
Un delito 'de guante blanco', en comparación con el de un director del Banco Zaragozano en Barcelona, que recibió 60 millones de un cliente para sacarles rentabilidad en un año. Pasado ese periodo, cuando volvió a por el dinero en los registros del banco no aparecía ni rastro de que hubiese ingresado ese dinero. Y el director que le animó a hacerlo ya no trabajaba en la entidad. El diario catalán zanjaba esta información parafraseando al entonces minsitro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, quien en una reunión informal no pudo evitar decir que "los bancos son mala gente".
"El timo de la estampita elevado al cubo"
Y, efectivamente, la historia está trufada de esa "mala gente" en los bancos. Por citar un último ejemplo, en 1979 El País informó del modus operandi de Baret Sabater y Martí Guardia, dos empleados del Banco Central. Estos prometían intereses de hasta un 23% a los inversores. Una vez que tenía el dinero, entregaban una cartilla al cliente firmada por ellos como si fuesen altos cargos del banco y se quedaban el dinero. La asesoría jurídica del citado banco tachó el asunto en su momento como "el timo de la estampita elevado al cubo".