El fin del toque de queda, un infierno para los vecinos del centro de Málaga
Llevan largas noches sin pegar ojo por el jaleo callejero
Miles de personas se concentran en las zonas de marcha
La asociación de vecinos lleva años reclamando soluciones
El fin del toque de queda está siendo un infierno para los vecinos del centro histórico de Málaga. Llevan largas noches sin pegar ojo por el jaleo callejero de las miles de personas que se concentran en las zonas de marcha, donde es imposible dormir. Muchos han tirado la toalla y se han mudado de piso huyendo del jaleo nocturno; otros resisten, llegando a necesitar tratamiento psicológico.
Gritos, peleas, orines y basura convierten el día a día de 3000 vecinos del centro de Málaga en un infierno. "Lo que estáis viendo es el auge de Málaga. Tenemos un montón de borrachos gritando, y se van a mear a tu portal", cuenta Alejandro Guillén, secretario de la Asociación de Vecinos del centro antiguo de Málaga.
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No poder dormir se convierte en una auténtica tortura como es el caso de Óscar Agudo que, cuando llega a casa, lamenta que “ahora tocaría poder descansar y acostarse un rato y va a ser imposible".
A partir de las dos de la madrugada, Málaga se llena de jóvenes ebrios sin control. "Cuando abren los bares, ruido. Cuando abren las discotecas, más ruido. Cuando estas cierran, el ruido de los clientes y cuando estos se van, el ruido de los camiones de basura", relata Carlos Carrera, otro vecino afectado.
Años reclamando soluciones
La asociación lleva años reclamando soluciones para poder conciliar el ocio nocturno con su derecho al descanso. "El problema está en que prime el tema del negocio por encima del bien común”, señala Alfonso Miranda, presidente de la Asociación de Vecinos del centro antiguo de Málaga.
No han sido pocos los vecinos que ya han tirado la toalla. “Hace 15 años éramos 10 000 ahora vamos por 3000 y pico, 4000”, añade Miranda.
Los bares producen contaminación acústica. "A esta hora de la noche son 55 decibelios y actualmente tenemos más de 95 decibelios cuando un despertador es por ejemplo 80 decibelios, entonces, ¿cómo nosotros vamos a poder dormir teniendo un ruido ensordecedor en el exterior de nuestras casas que supera los límites acústicos establecidos?", se pregunta Óscar Agudo.
Los vecinos quieren defender un derecho humano que es el de poder descansar, dormir, vivir.