Los sanitarios no pueden más: “A veces nos encerramos en una consulta a llorar cinco minutos”
Hablamos con Irene Rupiérez, residente del Hospital Virgen del Castillo de Yecla
Nos habla de un sistema colapsado y de unos profesionales bajo presión
La médico pide responsabilidad a todos para frenar los contagios
El nivel de estrés y presión que están recibiendo los sanitarios en esta tercera ola del coronavirus está alcanzado cotas insoportables. Así nos lo cuenta Irene Ruiperez Campillo, una joven residente del Hospital Virgen del Castillo de Yecla, Murcia. Irene lleva tan solo cuatro meses trabajando y presta servicio tanto en el Centro de Salud del municipio como en las urgencias del hospital. En ambos lugares se ha golpeado con la realidad de una pandemia que está agotando hasta la extenuación al personal sanitario.
Irene nos cuenta la situación que están viviendo concretamente en este centro sanitario: “El hospital está completamente lleno, no caben más pacientes. Pero no sólo porque estén ocupadas todas las camas habilitadas, sino que ya están llenas todas las salas extra que ya se habían habilitado de manera excepcional para poder atender a más pacientes”.
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Hospital y Centro de Salud, igualmente colapsados
La residente no cuenta el protocolo que ha puesto en marcha el hospital de Yecla para abordar la pandemia: “En el hospital, pero también en el Centro de Salud, se hacen dos circuitos, dividiendo las zonas y derivando a los pacientes según sea necesario. Uno es el circuito de coronavirus y otro el que llamamos circuito limpio, para el resto de pacientes que no están contagiados. Los médicos, cuando pasamos de un circuito al otro es cuando nos tenemos que poner el EPI”. Pero la zona de coronavirus está ya completamente saturada: “la planta de covid ya está repleta, no podemos hacer altas nuevas y los pacientes contagiados nuevos se quedan en urgencias por falta de capacidad”, añade Irene.
Pero, además del hospital, Irene pone el foco en la situación de los centros de salud, que tampoco dan para más y donde se está concentrando una gran parte del colapso sanitario que estamos sufriendo. “Diría que la peor situación se está dando en el Centro de Salud. Está completamente desbordado y todos los médicos hacen jornadas muy largas, de muchas más horas de las que les corresponde. Porque además de atender a todos los pacientes que tienes en una jornada normal, ahora sobre todo de forma telefónica o telemática, se le añade la agenda de coronavirus. Esto supone un seguimiento telefónico a los pacientes en cuarentena, lo que añade unas 400 llamadas telefónicas diarias que hay que hacer entre todos los médicos del centro de salud. A eso se suma las llamadas a personas sospechosas por ser contactos directos de un positivo, a los que hay que llamar el mismo día, las llamadas para notificar los resultados de las pruebas PCR, que también son urgentes, porque si el resultado es positivo el paciente debe conocerlo para ponerse en cuarentena. Todas esas llamadas y seguimientos añaden muchas horas a la jornada laboral normal”.
Además, Irene recuerda que las urgencias de los centros de salud también están colapsadas, porque los pacientes no se sienten atendido por teléfono y acuden a este servicio. “La gente no consigue pedir cita o piensa que no se le responde al teléfono tanto como le gustaría, o no le gusta que le den una cita tan retrasada en el calendario y acude a las urgencias. Estos pacientes, añaden aun más horas al médico del centro de salud, que ya tiene una jornada saturada por la situación”.
Médicos y enfermeras, al límite de sus fuerzas
Toda esta presión asistencial, las jornadas de trabajo interminables y las experiencias traumáticas a las que se enfrentan cada día, está haciendo mella en la salud de los propios sanitarios. Irene nos cuenta que lo notó desde el primer día: “Desde el primer día que me incorporé ya noté esa tensión y ese malestar que rodea a todos los médicos. Cada mañana, los médicos quedan media hora antes de su jornada laboral para poder hablar y organizarse, porque cada día hay nuevos protocolos. Es una angustia constante, porque cada día no sabes cómo vas a estar, con qué te vas a enfrentar, si te han cambiado el protocolo… Todos estamos al límite, aunque nos ayudamos unos a otros, nos apoyamos y estamos predispuestos a llevarlo lo mejor posible y darlo todo. Y ningún médico de mi entorno se coge la baja aunque esté muy mal, porque sabe que su agenda la tendrán que asumir el resto de compañeros y eso es duro de asumir”.
“Hay una sensación constante de no poder descansar, de jornadas agotadoras, de levantarte por la mañana ya angustiado por no saber cómo será el día, a quién tendremos que cubrir, de qué manera… y a esto se le añade el problema psicológico”, añade.
Nunca me hubiera imaginado ver a médicos o a enfermeros meterse en una consulta a llorar
Irene comenzó con su labor en septiembre, a mitad de la pandemia, pero la situación que se ha encontrado entre el personal sanitario no se la podía imaginar: “No me imaginaba vivir lo que estamos viviendo. Nunca me hubiera imaginado ver a médicos o a enfermeros meterse en una consulta a llorar, a desahogarse unos pocos minutos. Es muy común ver ahora a dos médicos apartarse a una sala a hablar entre ellos de lo que han vivido, llorar, desahogarse, conseguir 5 minutos de paz en medio de la presión de la jornada. Porque luego hay que salir de esa sala con la sonrisa puesta, para mostrarle tu mejor cara al siguiente paciente, y trasmitirle un ánimo y una fuerza que a lo mejor no tienes y así poder ayudarlo”.
Irene nos cuneta que también son muy comunes los compañeros que sufren taquicardias por el estrés o cuadros de ansiedad. “Yo cuando llego a casa necesito desahogarme y normalmente meterme a la ducha y llorar unos minutos. Esto me ayuda muchísimo a descargar la tensión. Así puedo coger fuerzas para el día siguiente. Cada uno lo llevamos de una manera”, añade.
El comportamiento de algunos no ayuda
Y, mientras los sanitarios están sometidos a esta tremenda presión, intentando asegurar la asistencia sanitaria a todos los ciudadanos en unos servicios colapsados, ven con impotencia algunos comportamientos: “No ayuda nada estar sometido a esta presión y ver cómo la sociedad se está comportando. Ver que la gente sigue saliendo, sigue haciendo fiestas, acudiendo a conciertos, etc. Esto te crea una rabia dentro muy grande. Pedimos un poco de responsabilidad y empatía a todos”, añade Irene.
“Pido más concienciación a la población porque se ha demostrado ya hace mucho tiempo que esto no es un juego. El contacto social tiene que cortarse de manera radical, porque después de casi un año de crisis sanitaria la situación está peor que nunca. Y no sabemos cuánto vamos a poder aguantar los sanitarios esta situación, esta presión tan grande. Si los sanitarios comenzamos a coger bajas por estrés o depresión causadas por esta situación, no va a haber reemplazos y el sistema colapsará aun más”.