Cuando hablamos de la Lotería de Navidad, todo es cuestión de suerte... o no. Por eso hay quienes siguen a rajatabla los rituales que creen, atraerán a la buena fortuna, el próximo 22 de diciembre.
Comprar el décimo portando toda clase de amuletos, personales e intransferibles, guardarlo con sal, laurel u otras pociones de la esperanza hasta que llegue el gran día, o, simplemente, fiarse de los pálpito a la hora de elegir un boleto u otro.
También es cuestión de números... hay quienes saben distinguir entre bonitos, feos e imposibles. Los de toda la vida, los que generación tras generación han jugado y compartido siempre en la mismas familias, o los de acontecimientos únicos. Este año, la erupción del volcán se lleva la palma.
Las tradicionales frotar el décimo por una calva o por la barriga de una embarazada no podían faltar. También están quienes entran en la administración con el pie izquierdo o con una rama de acebo. Manías personales por doquier.
Hay quienes se acompañan de un talismán, objeto o persona, y quienes se hacen kilómetros para comprar el número con el que han soñado. El que, sienten, puede que esta vez sí les toque.
Aunque la suerte sea para quienes la encuentran, y no para quienes la buscan, no hay que cesar en el intento porque, al final, el mejor premio es poder compartirlo.