'Macrocumpleaños' infantiles: "Lo que menos importa es el niño"
"El cumpleaños, en origen, es un ritual de iniciación y de aceptación del individuo por parte del grupo", explica María del Valle de la Orden de esta celebración, que considera necesaria para "consolidar vínculos afectivos y aumentar la autoestima". Sin embargo, cree que "se nos está yendo de las manos" y estamos haciendo un flaco favor a los niños.
Los adultos "lo hemos ido extrapolando y hemos convertido el cumpleaños en una fiesta de exposición social donde lo que menos importa es el niño" porque "los padres están más pendientes de lo que necesitan otros padres". Esto, advierte, tiene consecuencias para el menor, al que le cuesta valorar lo realmente importante de este ritual, "el tiempo de celebración compartido".
Ejemplo de ello son las celebraciones conjuntas en las que un grupo reducido de padres cuyos hijos han nacido en fechas próximas se reúnen para hacer una fiesta colectiva y así ahorrarse un dinero. Con esto, que surge como parte de la necesidad de los adultos, "se quita protagonismo al niño y se pierde la esencia del ritual inicial".
Los problemas de los 'macrocumpleaños'
Y, más allá de dejar de lado a los protagonistas de la celebración, de la Orden señala que los 'macrocumpleaños' a la larga generan problemas en la personalidad y de autoestima así como ansiedad y frustración.
Explica que se acaba con la personalidad del niño tanto cuando los padres escogen el tipo de celebración como cuando deciden invitar a toda la clase ya que "se está forzando al niño a que siga determinadas convecciones sociales que a lo mejor no es lo que él quiere".
En este sentido, uno de los problemas puede venir por la propia forma de ser del niño. Si es tímido, "esos cumpleaños les suponen muchísima ansiedad y muchísimos nervios y lo que se suponía que tenía que ser un momento de disfrute, se convierte en un momento angustioso".
No obstante, incluso si el niño lo disfruta, con el paso del tiempo elegirá a quien quiere invitar a su fiesta. En ese momento, en el que hemos acostumbrado a que todos vengan, "a los que queden excluidos les vamos a generar un sentimiento de baja autoestima" ya que "no saben que iban porque les invitaban los padres y no los protagonistas".
El niño debe elegir
Para evitar estos problemas, desde que comienzan a festejar con otros niños su aniversario, de la Orden recomienda no solo que los menores elijan a quien invitar, sino también si ir o no a las celebraciones de sus compañeros. De esta manera, ayudamos a que forjen su personalidad en un grupo homogéneo con un "juicio crítico" y a que gestionen su individualidad, que en este tipo de eventos "se disuelve en una situación de consumismo, de pose, de si lo hace el de al lado, lo hago yo".
Con el mismo fin de fomentar la diferencia entre los niños, no debemos caer en el error de que todos celebren la fiesta de la misma manera. De ser así, con los años se sienten con el ·derecho a tener todo lo que tienen los demás". En el momento en el que el "lo quiero, lo tengo" no funciona, "lo pasan muy mal, sienten una frustración enorme". Así que si no les invitan a una fiesta, se les debe explicar desde pequeños que "algunas personas los van a elegir y otros, no y no pasa nada".
Si por el contrario, es el protagonista el que se encuentra sin alguno de sus invitados en la fiesta, no debemos preocuparnos. "Al niño le va a afectar que no vayan los que él quería que fueran, pero no, los que a él le daban igual".
Tampoco debemos pensar que si los niños no invitan a todos sus compañeros o si no celebran un 'macrocumpleaños', se van a sentir mal. Este tipo de juicio es uno de los errores que estamos cometiendo hoy en día: "Estamos poniendo las necesidades de los padres por delante de las del niño e, incluso, las frustraciones del papá al que le hubiese gustado tener una fiesta enorme cuando era pequeño".
Según de la Orden, el "compromiso" de invitar a todos y "la sensación de que son menos que el resto de la clase, la sienten solo los padres".
"Antes de los tres años, el niño no percibe qué se está celebrando"
De la misma manera, la percepción de que el niño entiende el valor de su cumpleaños y de los regalos desde sus primeros años es errónea. Se trata de una "necesidad de los padres".
"Antes de los tres años, el niño no percibe qué se está celebrando. Ni sabe que es su cumpleaños, ni va a guardar memoria. No entiende el valor de los regalos. Siente el calor, el afecto", subraya.
Por lo que las 'macrofiestas' a esta edad no tienen "para el niño ningún sentido". Además, añade que aunque el pequeño sienta la sensación de ser querido por los que le rodean, esto es algo que "se consigue día a día y no solo en su cumpleaños".
Regalos: no confundir calidad con cantidad
Otro error, según la misma psicóloga, es confundir calidad con cantidad cuando se hace un regalo al niño. Lo fundamental, apunta, es "saber cómo es mi hijo y qué le gusta a mi hijo".
El problema de los 'macrocumpleaños' en este sentido es que "cuando has invitado a 30 personas, esas 30 personas no conocen al niño al que van a homenajear, es uno más de clase" por lo que al menor "normalmente no le llega lo que realmente quiere".
¿Cómo debemos celebrar el cumpleaños?
De la Orden recuerda que "el sentido de la fiesta es hacer sentir al niño importante, hacerle sentir querido por su grupo familiar y por sus amigos, no por el mundo entero" por lo que considera que "lo ideal son celebraciones cortas y sencillas".
En cuanto a que se hagan distintas celebraciones, es contundente: "Se hacen varias fiestas porque partimos mal del origen del ritual. Al niño hay que integrarle en su grupo familiar y afectivo y su grupo de amigos en clase real no será de más de cuatro o cinco niños, es decir, el número normal que pueden reunirse en un espacio normal como una casa".
Pide tener en cuenta cómo es el niño ya que a veces "los 'macrocumpleaños' suponen una fuente de estrés" y el pequeño, dice, "quiere disfrutar de ese día, pasárselo bien, sentirse bien, que le regalen las tres cosas que quería y no treinta". Para eso, basta con "una fiesta sencilla, corta, con las cosas que le gusten, en la medida de las posibilidades de los padres".
Por ello, considera que lo que deben de hacer los padres es "darles a elegir entre lo que puedan ofertar y lo que no les suponga un gasto excesivo". "Hay que darles cuatro o cinco opciones. Al niño no le puedo decir 'elige' y darle toda la gama. Debe aprender a manejarse dentro de unos límites".
De esta forma, el cumpleaños sirve de excusa para enseñar que la vida no funciona con "lo quiero, lo tengo" y que lo importante de esta fecha es "que se consoliden los vínculos afectivos, que el niño aumente su autoestima, que se sienta querido y que sienta que se celebra su llegada a la vida en su núcleo familiar y afectivo".
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