Crimen de los tirantes: Rodrigo Lanza dice que atacó a Víctor Laínez porque le vio “con un cuchillo en la mano”
Rodrigo Lanza fue condenado por homicidio imprudente por la muerte de Víctor Laínez
Ahora, en la revisión del juicio, se enfrenta a 25 años de cárcel por asesinato
Defiende que atacó "por instinto" al pensar que Laínez le iba a apuñalar con una navaja que nunca ha aparecido
Rodrigo Lanza, el acusado del 'crimen de los tirantes', mantiene su inocencia en la revisión del juicio contra él. Asegura que aquel 8 de diciembre de 2017 en el que se produjeron los hechos, atacó y golpeó “por instinto” al zaragozano Víctor Laínez, quien falleció cuatro días después.
En la Audiencia Provincial de Zaragoza, durante la segunda sesión de la vista oral del segundo juicio por el caso, Lanza, –quien fue condenado por homicidio imprudente y ahora, en la revisión, se enfrenta a 25 años de cárcel por asesinato–, ha defendido que atacó porque pensó que Laínez le quería “matar”. Asegura que llevaba “una navaja en la mano” que “brillaba”, y que él solo se defendió del ataque. Sin embargo, esa navaja nunca ha aparecido y los testigos niegan haberla visto.
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En su relato de los hechos, –siempre negándose a responder a preguntas de la fiscal y las acusaciones y contestando únicamente a su abogado, Endika Zulueta–, el acusado, que ha indicado que ha sido detenido en tres ocasiones y que, en 2006, fue condenado por lesiones a un policía local de Barcelona que quedó tetrapléjico, trasladándose después a Zaragoza en 2008, donde está empadronado, ha señalado que nunca pensó que Laínez fuera a morir por las lesiones que le provocó.
“Una estupidez de borrachera”
El día de los hechos, el 8 de diciembre de 2017, Lanza ha contado que tomó unas consumiciones en el restaurante en el que trabajaba una vez terminó su jornada laboral. Después, fue a otro bar en el que estaba empleado un amigo suyo, donde bebió un tubo para a continuación esperarle en otro local. Aquí, se encontró con un segundo amigo, con el que, junto a otras personas, bebió cerveza y chupitos de tequila.
Tras todo ello, vio nuevamente al primer amigo con dos chicas y les acompañó al bar ‘Tocadiscos’, dejando su bicicleta en las inmediaciones. Fue aquí, en este local en el que “había poca gente”, donde vio al camarero hablando con un hombre: Víctor Laínez.
Su amigo le contó entonces que esta persona, la víctima, que se encontraba en ese momento en la barra, “era un conocido fascista del barrio”, algo que Lanza, reconocido antisistema, ha asegurado que se tomó “como si nada”, continuando la conversación “con otros temas”.
Sin embargo, al cabo de unos instantes todo cambió. “El hombre me mira y yo me acerco a él”, ha dicho, explicando que aunque no se habían visto “nunca”, intercambiaron “palabras” que ahora, dice, no recuerda “muy bien”.
No obstante, asegura que Laínez le llamó “sudaca” y dice que le exigió que se fuera a su país. "No me acuerdo si le llamé racista o fascista y me fui" durante la "tensa" e "incómoda" conversación, ha continuado relatando, negando que hubiera tras ello "ningún gesto ni nada".
Afirmando que fue “muy imbécil” por levantarse a hablar con Laínez y manteniendo que fue “una estupidez de borrachera” tras la cual quedó “avergonzado” porque las dos mujeres del grupo se lo reprocharon, Lanza ha seguido explicando que, precisamente, una de las chicas “se empezó a poner nerviosa” y le dijo que Laínez no dejaba de mirar el teléfono móvil y de mandar mensajes. Por ello, dice, tuvieron “miedo” y decidieron marcharse “para evitar problemas”.
“Le vi con una navaja en la mano”
Tras salir por la puerta del bar, Rodrigo Lanza afirma que su amigo le gritó: ‘’ ¡Ojo que lleva una navaja!”, momento en el cual, afirma, se giró y vio a Laínez a dos metros de distancia “con una navaja en la mano” que “brillaba”.
Entonces, ha reconocido, le pegó una patada en el estómago, asegurando que él se abalanzó contra él “con el cuchillo”. Entonces, dice, intentó “alejarlo con patadas con la pierna”. "En ese momento empieza a tirarme navajazos hacia la cara, el pecho, el cuello y yo empiezo a pensar que me va apuñalar", ha contado.
De acuerdo a su relato, ambos forcejearon y Laínez entró de nuevo en el bar, momento en que dice Lanza que le pegó "un puñetazo en la cara", cayendo Laínez al suelo. En ese momento, cuando le golpeó en el suelo, ha dicho, dejó de oír “todo” y de ver, hasta que escuchó a alguien que le decía que parara, tras lo que volvió en sí. Entonces, vio a Laínez "aturdido" en el suelo y observó "un objeto brillante debajo de la banqueta", y se fue pensando que la víctima tenía “una lesión facial”, pero no que pudiera fallecer: "En ningún momento pensé que iba a poder causar el daño que he causado", ha manifestado.
Después del suceso, salió del bar, cogió la bicicleta y se marchó por el Camino de las Torres, parando en la avenida de Cesáreo Alierta, donde se sentó junto a un portal y rompió a llorar. A continuación, fue a un bar donde trabajaba una amiga suya, a quien pidió hielo, y después se fue a casa y se acostó.
Al día siguiente, habló sobre "lo ocurrido" con su compañero de piso y se fue a trabajar, solicitando trabajar en la cocina y no de camarero, ese día, haciendo vida normal hasta que, el día 11, le detuvo la Policía Nacional.
Ese día, recibió una llamada de la Policía Nacional, que le exigió que compareciera en la Jefatura Superior de Aragón, a lo que él respondió que iría con un abogado, con el que contactó por teléfono tras varias llamadas. Dos policías "superamables" le arrestaron cuando entraba en el portal de su casa.
Un cuchillo que nadie vio
Durante la sesión de este segundo juicio han comparecido también varios testigos. Entre ellos, una agente de la Brigada de Información de la Policía Nacional que ha afirmado que Lanza "no se entregó voluntariamente" y que los facultativos que atendieron a Laínez en el Hospital Clínico le indicaron que la víctima falleció a causa de un traumatismo cráneo-encefálico causado con "un objeto contundente". Además, ha afirmado que el ataque a Laínez fue "sorpresivo y por la espalda", sin que tuviera capacidad de defensa.
Del mismo modo, otro agente que se personó en el establecimiento en el que sucedió todo ha declarado que la víctima tenía "la cabeza hinchada y sangraba por todos lados", tenía problemas para respirar y "los ojos, prácticamente, se le salían de las órbitas".
Así mismo, y de acuerdo a las declaraciones de un tercer agente, un testigo les comentó que el agresor llevaba "algo contundente en la mano" y que encontraron a Laínez "ahogándose en su propia sangre". Ninguno encontró la navaja de la que ha hablado Lanza, tampoco el objeto contundente.