El cáncer de colon, una enfermedad silenciosa: síntomas y signos que alertan de esta dolencia
La detección temprana es básica en el cáncer de colon, ya que sus síntomas son silenciosos en las primeras fases
El análisis de heces es una técnica muy útil y no invasiva que permite detectar lesiones
La edad es un factor de riesgo: es conveniente someterse a pruebas aunque no existan antecedentes familiares
El cáncer colorrectal, más conocido como cáncer de colon, es una enfermedad con una elevada incidencia en nuestro país cuyos síntomas pueden pasar desapercibidos y no manifestarse hasta que se encuentre en un estado avanzado. Por eso, la prevención y el diagnóstico temprano son especialmente importantes en el tratamiento de este tipo de cáncer, que resulta más 'silencioso' de lo habitual. ¿Cuáles son los síntomas del cáncer de colon y cómo detectarlo? ¿Qué puedes hacer pare prevenir su aparición o controlar su posible incidencia?
Síntomas y signos que alertan del cáncer de colon
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El cáncer de colon es el tipo de cáncer con mayor incidencia en España, con 41.441 nuevos casos diagnosticados cada año, según las cifras de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). Si nos centramos en las diferencias por sexo, el cáncer colorrectal será el segundo tumor más frecuentemente diagnosticado en varones, después del de próstata, y el segundo en mujeres, después del de mama. Además, el número de casos diagnosticados en los países occidentales y desarrollados sigue en aumento.
En cuanto al origen del cáncer colorrectal, aparece por el crecimiento incontrolado de células en el colon o el recto. También hay que tener en cuenta que, aunque coloquialmente hablemos de cáncer de colon, éste puede localizarse tanto en esta zona como en el recto (cáncer de recto). Se agrupan ambos tipos de cáncer porque sus características comunes son muchas.
Detectar los síntomas del cáncer de colon no es sencillo: muchos pacientes no experimentan ningún tipo de molestia o cambio hasta que la enfermedad se encuentra muy avanzada. Por eso, el diagnóstico precoz es clave en estos casos, siendo recomendable someterse regularmente a ciertas pruebas a partir de determinada edad, especialmente si existen antecedentes familiares. Además, hay que tener en cuenta que determinados grupos de población presentan más probabilidades de padecer esta dolencia. Entre ellos, los hombres son más propensos a sufrir cáncer colorrectal que las mujeres.
El primer síntoma más frecuente es la aparición de sangre en las heces. De hecho, las campañas preventivas desarrolladas por las distintas instituciones sanitarias suelen comenzar por un análisis de las heces en determinados grupos de edad para detectar posibles lesiones.
Otro síntoma común es la aparición de cambios en nuestra rutina intestinal, como estreñimiento, diarrea, ritmo alterado... Los pacientes de cáncer de colon también pueden sentir la necesidad de acudir al baño tras vaciar el intestino, así como fatiga constante, pérdida de peso sin explicación, y dolor o molestia abdominal.
Además, el cáncer colorrectal tiene una larga evolución y sus síntomas pueden variar dependiendo de la localización del tumor. Generalmente se trata de síntomas inespecíficos, es decir, no son exclusivos de este tipo de cáncer y pueden producirse en otras patologías. Por este motivo, es importante acudir al médico en cuanto aparezca alguno de ellos.
Además de la prueba de heces, si se detecta presencia de sangre es posible que se programe una colonoscopia para poder observar con detalle la presencia de pólipos o lesiones en el intestino.
Si el cáncer de colon es detectado de manera precoz, la tasa de supervivencia es del 90 por ciento. De ahí la importancia que tiene la prevención: es muy importante que incluso las personas mayores de 50 años sin antecedentes personales o familiares participen en los programas de cribado para la detección precoz de la enfermedad.
En cuanto a los factores de riesgo que favorecen la aparición del cáncer de colon, encontramos la edad (el 90 por ciento de los casos diagnosticados corresponde a mayores de 50 años), el sedentarismo, el abuso de alcohol y el tabaquismo, el sobrepeso y la obesidad, la mala alimentación (con una dieta rica en grasas) y, en menor medida, la predisposición genética o el historial familiar.