La ayuda que se ofrece en los países fronterizos con Ucrania se extiende también a otros estados que a pesar de la distancia se están volcando con los refugiados. Es el caso de España donde cada día llegan cientos de personas, sobre todo mujeres y niños, que huyen de la guerra.
En el mapa no se trazan solo carreteras, sino cordones umbilicales, esperanza de vida para miles de ucranianos que viajan en furgonetas a España. El trayecto de España a Polonia se encuentra en una constante operación salida en la que van medicinas, mantas, comida… y en una operación retorno en la que vienen refugiados que son expulsados a ninguna parte por la invasión rusa.
Huyen de la guerra, de sus barrios destruidos, tal y como comprueba el ocupante de un autobús de camino a Barcelona cuyo barrio, en Kiev, está completamente destruido.
Puente terrestre con Polonia
La ayuda a los ucranianos es incesante: una expedición de seis pilotos del Sepla; una caravana de unos 30 taxistas; convoys improvisados de voluntarios de ONG's como la Fundación Madrina que ha fletado tres autobuses y dos furgonetas; salidas previstas en Alicante; en Sevilla, una hermandad; a Manises llega un avión solidario, etc.
En ese continuo ir y venir de caravanas de ayuda que ha provocado la invasión, unos acaban de salir, otros están a medio camino, algunos han alcanzado ya destino, donde la ilusión del comienzo se convierte en tristeza por el panorama que se encuentran allí: en Cracovia, Varsovia. En cualquiera de los destinos donde se agolpan legiones de gente que se ha quedado sin nada. El trasiego es continuo, permanente, inabarcable.