Laura tiene una emotiva historia en común con Rafael Amargo. Ella sueña con dedicarse a la danza desde los 3 años pero ayuda en la escuela que han montado sus padres para niños con problemas. Se forma como bailarina y danza terapéutica. En un viaje a Madrid, Laura queda impresionada al ver un cartel con la foto de Rafael Amargo bailando y decide hacerle una poesía y entregársela. Desde entonces surge una gran amistad entre ellos.