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El gestor de culpa

telecinco.es 03/04/2012 03:22

Es difícil que una gala salga mal con el triángulo amoroso Pepe-Sindia-Sergio. Sin embargo, creo que la han repartido mal: todo al principio. Y mezclada con la expulsión, así que después, la tensión ha caído. Los rencuentros con los repescados estaban de relleno. O María, escuchando las nominaciones. Intentaron remontar con la entrevista, pero no había mucho que rascar con Juan, aunque Milá casi lo consigue, porque lo ha bordado, como ella misma ha dicho. Es una de esas personas infernales que a veces cogen un error y lo convierten en un acierto.

No los soporto.

Hecho: vamos con el libro.

Si a una forma de vida perteneciente al género humano le pones unas gafas con las que vea el mundo del revés, de manera que lo que estaba arriba ahora está abajo, a los tres días su cerebro vuelve a poner el mundo al derechas. Vuelve a verlo todo normal.

Con las gafas puestas y todo.

No lo digo yo, lo vi el sábado por la noche, en la tele.

Qué vida más triste.

Creo que Sindia todavía está acostumbrándose a las gafas. Todavía lo ve todo al revés, no entiende nada.

De lo que estoy seguro es de que está metida en un conflicto. Y los conflictos se lo comen todo, como el calvo de Milá. Claro que no todos los conflictos son tan buenos como éste. Ni todos los calvos son como el de Milá.

Lo vi en un experimento que hablaba de la capacidad adaptativa del cerebro. Si le quitas las gafas mágicas, la forma de vida vuelve a verlo todo del revés, pero tres días más tarde, su cerebro vuelve a poner el mundo al derechas. Como la capacidad adaptativa del cerebro no me interesa especialmente, prefiero pensar que también hablaba de cómo el cerebro es capaz de construir su propia realidad si no le gusta la nueva.

Por ejemplo: no me interesa lo que dice el experimento, me invento otra cosa. Le doy otro sentido.

Sindia, como cualquier persona enfrentada a un conflicto, es alguien que no sabe. O que no puede saberlo todo. Si supiese lo que tiene que hacer, aunque sea duro y difícil, o si no hubiese solución posible, no sería un conflicto de los buenos. Metido en un conflicto, el mundo se desordena. Parece que se fragmenta en pedazos incomprensibles. No puedes calibrar la importancia de las cosas, no sabes por donde tirar, todo parece mala idea. Intentas poner en orden la nueva realidad, recuperar el equilibrio, pero las circunstancias te desbordan: estás en la incompetencia. Y la sientes.

Todos hemos estado ahí, ya sabéis de que estoy hablando.

Además, la incompetencia, la tensión entre no saber qué hacer y la necesidad absoluta de saber qué hacer, hace que cualquier historia sea más interesante. Es un conflicto duro, pero no muchas veces tenemos la oportunidad de ver algo así. Me causa más interés ver cómo evoluciona el problema que especular sobre motivaciones y comportamientos.

Desde este punto de vista, todo son buenas noticias esta noche. La repesca de María y Cristian anuncia posibilidades de nuevos problemas.

María, Hugo (y Julia).

Cristian y cualquiera.

Aunque las repescas, algunas veces –Ana Toro me viene a la cabeza–, son como pegarse un tiro en el pie. Ya veremos.

(Mientras corrijo, veo a Hugo bastante engorilao con María en el directo

Noemí no ha sido expulsada. Me ha pillado con la guarda baja. También parece buena noticia para calentar la casa. No tanto para las exconcursantes, que se les corría el maquillaje de tanto salivar. Han dejado el plató perdido, por lo visto.

Noemí se comporta como una niña chica. Los niños sólo piensan en la satisfacción inmediata de lo que desean en el momento presente. Y esta característica favorece los problemas. Cualquier forma de vida sancionada con un hijo preadolescente, dará testimonio.

Bueno, pues ahora ponle a la niña las hormonas de una pardala de 25 años.

En el siguiente experimento del programa, demostraban que el cerebro decide sólo. Ahí es nada. Por lo visto, dada una situación conflictiva, el cerebro decide sólo, y la decisión tarda en “alcanzar la conciencia” entre milésimas de segundo y diez segundos, de manera que la conciencia no decide nada, se apaña con lo que le llega. Acojona ¿no?

Como la velocidad de las neuronas tampoco es un tema que me llame especialmente, se me ocurre que el experimento habla de que, si la decisión ya está tomada, la conciencia sólo es un gestor de la culpa.

No tengo muy claro cómo aplicar este experimento al limitado gestor de culpa de Noemí, pero se me ocurre que quizá el cerebro de Sindia ya ha tomado la decisión, y ahora la conciencia está viendo como se apaña. Me interesa saber si será capaz de dar la vuelta a la decisión. Se me ocurre también que quizá el experimento sea una chorrada, pero me da lo mismo: sin conflictos, no hay historia. La historia es ver cómo Sindia construye un sentido nuevo a su problema. Cómo le da otro sentido a la realidad cuando se acostumbre a las gafas. Tardará más de tres días, pero si lo consigue aprenderemos algo sobre las personas.

La libreta del exminutante

-De paso: el amor, el amor romántico, en “pareja”, no era lo mismo en Grecia, que en la Edad Media, que durante el Romanticismo, que en el silgo XIX. Y así sucesivamente. Ni siquiera entre nosotros nos pondríamos de acuerdo, aunque se imponga una idea mayoritaria. Habrá una mayoría porque el amor es, en gran medida, un constructo cultural, como la infidelidad, por poner otro ejemplo de moda. Porque una africana de Perdidos en la Tribu, una de las siete esposas de un musulmán y Carrie Bradshaw, no tienen la misma idea de infidelidad.

Ni de lejos.

Es que sólo Carrie es libre para pensar por sí misma, dirá alguien.

La libertad: otro buen ejemplo.

Dicho sea por los macarras de la moral, que hablan de estas cosas como si fuesen suyas.

No puedo irme sin mandarle un abrazo a El Gato Encerradoque ha tenido que escuchar esta noche. No voy a darle más bola a las opiniones de la hermana de Juan porque creo que es lo que el Gato preferiría que hiciese y porque, como ya se contó, la opinión dice del que opina, así que ya se lo ha dicho ella todo sola.