Elegir entre una cocina abierta y una cerrada es una decisión fundamental que puede llegar a influir notablemente en la funcionalidad, estética y ambiente no solo del propio espacio dedicado a la cocina, sino también a la totalidad del hogar. Ambas configuraciones para esta estancia tienen sus ventajas y desventajas específicas, y la elección que tomemos debe depender de las necesidades, estilo de vida y preferencias personales de quien vaya a disfrutarla. Te contamos cuáles son los pros y contras de cada alternativa, para que puedas tomar la decisión más informada posible sobre la configuración de tu cocina.
Una de las principales ventajas de las cocinas abiertas es que permiten la posibilidad de interactuar con familiares y amigos mientras se cocina. Este diseño posibilita que la cocina se convierta en una suerte de centro social en el hogar, facilitando la comunicación y la participación de los habitantes de la casa en las tareas comunes.
Otro aspecto que a menudo no es tenido en cuenta es que la proximidad entre la cocina y el comedor facilita el servicio de las comidas y la limpieza posterior, haciendo que estas tareas sean más eficientes y cómodas.
Sin embargo, esos no suelen ser los primeros factores que determinan la decisión de optar por una cocina abierta, sino que ese privilegio pertenece a que este tipo de espacios dan una sensación de amplitud mucho mayor. Al eliminar las paredes que separan la cocina del comedor o salón, se crea una sensación de espacio más amplio y abierto. Esto es especialmente beneficioso en las viviendas que son algo más pequeñas, donde cada metro cuadrado cuenta.
A esto hay que añadir que la falta de muros hace que las cocinas abiertas permiten que la luz natural fluya libremente por el espacio, mejorando la luminosidad y creando un ambiente más acogedor y agradable que el que tendría si fuera una habitación cerrada.
Resulta obvio que al elegir una cocina abierta quedarán expuestas nuestras actividades (y habilidades) culinarias al resto de personas que habiten la casa, lo que puede resultar incómodo para algunas personas, por ejemplo si compartimos piso, especialmente durante la preparación de comidas complejas o desordenadas. Además el orden en la cocina se convierte en más importante por esta exposición extra, ya que cualquier desorden es visible desde otras áreas de la casa. Esto requiere un esfuerzo constante para mantener el espacio limpio y ordenado.
A esto hay que añadir que sin las barreras físicas, los olores y ruidos de la cocina pueden dispersarse con gran facilidad por toda la casa, lo que puede ser inconveniente e incluso molesto, especialmente en el caso de viviendas pequeñas o con una ventilación inadecuada.
En el caso de las cocinas más tradicionales, aquellas que se convierten en una estancia independiente dentro de nuestro hogar, también ofrecen una serie de beneficios tanto evidentes, como ocultos, que nos guiarán a la hora de decidir qué tipo de diseño elegimos. Obviamente estas ventajas son antitéticas en su mayoría respecto a las que presentan las cocinas abiertas.
Al contrario que las cocinas abiertas, las cerradas ofrecen un espacio más privado y tranquilo, ideal para aquellos que prefieren cocinar sin distracciones o interrupciones. También permiten ocultar cualquier desorden o desaguisado cometido durante nuestras tropelías a los fogones de la vista de los invitados.
Hay que tener también en cuenta que una cocina cerrada ayuda a contener los olores y ruidos dentro del espacio de cocina, manteniendo el resto del hogar más limpio y tranquilo.
Al no depender de la integración con otras áreas, las cocinas cerradas ofrecen mayor libertad para diseñar el espacio según nuestros gustos y necesidades específicas, permitiendo una decoración más personalizada y única que no dependa de cómo son otras estancias de nuestro hogar. Por si no fuera suficiente, las cocinas cerradas pueden ser más eficientes en términos de control de temperatura, ya que es más fácil mantener un ambiente confortable en un espacio más pequeño y cerrado.
En el lado negativo tenemos que las cocinas cerradas pueden hacer que la persona que cocina se sienta aislada del resto de las actividades que estén sucediendo en el hogar, lo cual puede ser un inconveniente durante reuniones familiares o sociales.
Otro aspecto a tener en cuenta es que estar separadas por paredes, las cocinas cerradas suelen recibir menos luz natural, lo que puede hacer que el espacio se sienta más oscuro y pequeño y se necesite de una iluminación mayor de la que tendría si fuera abierta, sobre todo si queremos evitar dar una sensación de claustrofobia, especialmente si son pequeñas y carecen de luz natural adecuada.
La decisión entre una cocina abierta o cerrada depende de varios factores, como el tamaño de nuestro hogar, los hábitos de cocina y sociales, y las preferencias personales en términos de privacidad y socialización. Si valoramos la interacción social y la amplitud visual, o nuestra casa es de un tamaño reducido, una cocina abierta podría ser la mejor opción. Por otro lado, si preferimos la privacidad y el control de olores y ruidos, una cocina cerrada podría ser más adecuada para nuestro caso, sobre todo si las estancias contiguas ya tienen buen tamaño de por sí.
Suscríbete a la newsletter de Gastro y te contamos las noticias en tu mail.