San Valentín a bocados: ¿por qué siempre asociamos el amor (y el sexo) con la comida?

La relación entre la comida y las emociones no es casualidad, ya que el eje intestino-cerebro es clave para el ser humano
Una de las implicaciones de esto es el llamado "hambre emocional"
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Desde tiempos inmemoriales, la comida y el placer carnal han sido dos caras de la misma moneda. El ser humano ha sabido convertir el acto de alimentarse en algo más que una necesidad biológica, elevándolo a un ritual hedonista que comparte terreno con la lujuria, el deseo y la pasión. Gula y amor han ido siempre de la mano, y las grandes civilizaciones del pasado lo entendieron mejor que nadie.
Los griegos y romanos, pioneros en el arte del exceso, celebraban banquetes colosales donde la comida y el sexo eran inseparables. Las historias de sus festines interminables, en los que el vino fluía sin control y los comensales supuestamente vomitaban para seguir comiendo, han trascendido como símbolos de una sensualidad desbordada, aunque la veracidad de esta práctica sea debatible. Para ellos, comer bien y amar intensamente eran formas de honrar la vida y a los dioses, especialmente a figuras como Dionisio y Baco, patronos del desenfreno y el éxtasis.
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El arte ha plasmado esta conexión a lo largo de la historia. Desde las pinturas barrocas de mesas opulentas, rebosantes de fruta y carne, hasta los grabados renacentistas que mostraban festines que se desbordaban en caricias furtivas. La música, la literatura y la pintura han asociado la comida con el deseo, con lo prohibido, con lo pecaminoso.

Y no es casualidad. Ambos placeres activan las mismas regiones del cerebro y segregan las mismas hormonas del bienestar. La dopamina y las endorfinas inundan el cuerpo tanto al saborear un manjar como al entregarse a una pasión prohibida. No es raro escuchar que el buen comer y el buen amar se parecen, y que algunos describan una experiencia gastronómica con la misma intensidad con la que narrarían un encuentro erótico.
Pero ¿por qué sentimos esta conexión tan intensa entre el amor y la comida? La psicóloga Lara Ferreiro, autora del libro '¡Ni un capullo más!', nos explica cómo la comida está directamente vinculada a nuestras emociones, afectando nuestra química cerebral y generando sensaciones de recompensa y bienestar.
Comer con el corazón: el hambre emocional y la búsqueda de placer
La relación entre la comida y las emociones no es casualidad. Nuestro sistema digestivo, a menudo llamado el "segundo cerebro", está conectado al sistema nervioso central a través del eje intestino-cerebro. Más de 100 millones de neuronas en el tracto digestivo influyen en nuestras emociones y respuestas al estrés.
Según Lara Ferreiro, esto se traduce en lo que conocemos como hambre emocional. "Cuando tenemos ansiedad, intentamos comer para tapar esa emoción desagradable, como si quisiéramos llenarnos de algo que nos falta", explica la psicóloga.
Este mecanismo explica por qué muchas personas recurren a ciertos alimentos cuando están tristes o estresadas. El chocolate, por ejemplo, contiene feniletilamina, una sustancia química que provoca una sensación de bienestar y placer, similar a la que experimentamos cuando estamos enamorados. Tanto es así que, como afirma Lara, es habitual que "Si has roto con tu pareja, comes chocolate para sentirte mejor, porque tiene un efecto anestésico natural", señala Ferreiro.

Pero el placer de comer va más allá de un simple antojo. Cada vez que ingerimos alimentos que disfrutamos, nuestro cerebro activa el circuito de recompensa, liberando dopamina y endorfinas, las mismas sustancias asociadas con la felicidad y el placer. "Hay gente que me dice que prefiere un orgasmo de comida que de sexo", comenta Ferreiro, enfatizando la intensidad del placer gastronómico.
Además, la comida no solo se asocia con el placer, sino también con el refuerzo positivo o negativo como cuando decimos algo del estilo de "He cerrado un acuerdo importante en el trabajo, así que me premio con una cena especial." para concedernos un capricho o, en sentido contrario, nos castigamos: "No fui al gimnasio, así que no voy a comer postre hoy."
San Valentín en la mesa: cómo reforzar lazos a través de la comida
Si hay una fecha en la que la comida cobra un protagonismo especial es San Valentín. Para muchas parejas, una cena romántica es la excusa perfecta para reforzar la relación, compartir momentos de calidad y conectar a través de los sentidos.
Ferreiro ofrece algunas claves para hacer de una cena de San Valentín una experiencia realmente significativa. No se trata de tareas complicadas, sino cosas tan simples como el contacto visual, "mirarse a los ojos durante la cena activa las neuronas espejo, aumentando la conexión y la empatía entre los comensales", mantener conversaciones positivas "hablar sobre cómo te sientes en la relación y compartir recuerdos felices, en lugar de sacar temas conflictivos o traumas del pasado" y, por supuesto, "acompañar la cena con un detalle simbólico, como flores o una experiencia juntos, puede reforzar la sensación de celebración y conexión."
Además, tal y como apunta la psicóloga, se puede hacer esto por partida doble ya que el 13 de febrero se conoce como San Amantín, una fecha en la que algunas personas con relaciones extramatrimoniales celebran en secreto con sus amantes, un fenómeno que, según Ferreiro, es cada vez más comentado en consulta.

El menú del amor: ¿existen alimentos afrodisíacos?
Cuando hablamos de cenas románticas, no podemos olvidar los llamados alimentos afrodisíacos, aquellos que se asocian con el aumento del deseo y la pasión.
- Ostras: Ricas en zinc, un mineral que favorece la producción de testosterona.
- Chocolate: Contiene feniletilamina y teobromina, sustancias que generan bienestar y placer.
- Fresas: Asociadas con el romanticismo y la sensualidad.
- Champán: Su burbujeante textura y la sensación de celebración lo convierten en una elección clásica.
Teniendo siempre en cuenta que "Cada persona tiene sus propios alimentos de recompensa", señala Ferreiro. "Para algunos, puede ser el chocolate o las ostras, pero hay quienes encuentran placer en alimentos inesperados, como las alcachofas o el tomate."
En definitiva, la conexión entre la comida y el amor es tan personal como universal.
Comer con amor, amar con los sentidos
La relación entre el amor y la comida es innegable. Desde el consuelo que nos brinda un alimento tras una ruptura hasta la emoción de compartir una cena especial con alguien querido, la gastronomía es una poderosa herramienta de conexión.
San Valentín es solo un recordatorio de algo que ocurre todo el año: comer es un acto de amor, tanto hacia los demás como hacia uno mismo. Así que, más allá del 14 de febrero, la mejor receta para el amor podría ser esta: buenos ingredientes, compañía agradable y muchas ganas de disfrutar.
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