Si vamos a comprar utensilios de plástico, como biberones o tápers, veremos que algunos destacan en su etiqueta que no contienen bisfenol A (BPA). Este nombre tan extraño se refiere a un compuesto químico que se utiliza, en combinación con otros, para la fabricación de algunos plásticos.
Ahora la Comisión Europea ha prohibido su uso en materiales destinados a entrar en contacto con alimentos, como envases y utensilios de cocina, debido a los riesgos que puede suponer para la salud.
El BPA se utiliza desde hace años en la fabricación de productos muy diferentes: pinturas con base epoxi, retardantes de llama, tintas de impresión, revestimientos de superficies, etc. También se ha utilizado ampliamente en la fabricación de materiales destinados a entrar en contacto con alimentos, que es el campo que nos ocupa y también el que más podría preocuparnos, porque es el que supone una mayor exposición a este compuesto.
Concretamente se utiliza o se utilizaba en la fabricación de dos materiales. Por un lado, policarbonato, que es un plástico transparente, rígido y resistente, como el que se utiliza en los bidones de gran tamaño que hay en los dispensadores de agua, o en las botellas rígidas, como las que se utilizan en ciclismo. En este caso el BPA cumple varias funciones, pero sobre todo se utiliza para hacer que ese plástico sea más resistente, tanto a los impactos, como a las altas temperaturas.
Por otro lado, el BPA también se utiliza en la fabricación de resinas epoxi, para otorgar elasticidad y resistencia. Estas se emplean para recubrir la superficie interna de las latas de conserva y las bebidas refrescantes. Así se evita la corrosión del metal y se preserva la composición y las características del alimento.
El bisfenol A ha generado mucha polémica desde hace años, debido a los rumores que hablaban de los posibles riesgos que suponía para la salud. Hay que aclarar que, para conocer la seguridad de los materiales destinados a entrar en contacto con alimentos, como los que se utilizan para la fabricación de envases o de utensilios de cocina, se realizan diferentes estudios.
Por un lado, se hacen estudios de migración, para conocer los compuestos que pueden pasar desde el envase (o el utensilio de cocina) hacia el alimento, y la cantidad en la que pueden encontrarse. También se hacen estudios para conocer la seguridad del compuesto en cuestión.
En el caso del BPA esos estudios llevaron a la prohibición de este compuesto en biberones, hace trece años, aunque muchos fabricantes dejaron de utilizarlo antes de esa fecha. Se hizo por dos motivos. El primero es que la exposición de los bebés a esa sustancia era mayor que en otros grupos de población, ya que se alimentan exclusivamente a base de biberón (salvo en caso de lactancia materna, claro está). El segundo motivo es que los bebés, al tener un bajo peso corporal, son más sensibles a ese compuesto, ya que generalmente la toxicidad de una sustancia depende de la dosis y su relación con el peso de la persona expuesta a él.
En el resto de los casos, el BPA se consideraba seguro. Por eso se seguía utilizando.
A lo largo de los últimos años se han llevado a cabo infinidad de estudios para conocer la seguridad del BPA. Hasta hace relativamente poco la conclusión que se desprendía de ellos era que este compuesto no suponía un riesgo para la salud en las dosis a las que estábamos expuestos. Aunque había ciertas incertidumbres relacionadas sobre todo con el sistema inmunitario y con el sistema reproductor.
Hace unos meses, nuevos estudios permitieron conocer que la exposición al BPA a través de los alimentos supone un riesgo para la salud, concretamente para el sistema inmunitario, afectando a unas células concretas que se relacionan con el desarrollo de afecciones inflamatorias, como la autoinmunidad y la inflamación pulmonar. Por eso la Comisión Europea ha decidido prohibir su uso en materiales destinados a entrar en contacto con alimentos.
Es difícil saber si el BPA está presente en los envases y utensilios que empleamos en nuestra cocina porque no hay ninguna señal que pueda informarnos sobre ello. Pero sí podemos tener en cuenta que no se utiliza en biberones ni utensilios infantiles desde hace trece años o más. Tampoco se utiliza en muchos de los envases y utensilios que tenemos en nuestras cocinas porque una buena parte de los fabricantes dejaron de usarlo hace años. Algunos lo indican en las etiquetas de sus productos (sobre todo si hablamos de utensilios de cocina), pero en otros casos no hay forma de saberlo.
En cualquier caso, si queremos reducir la posible exposición a este compuesto, conviene seguir las instrucciones de uso (por ejemplo, no calentar en el microondas los tápers que no están destinados a este fin), no abusar de los alimentos procesados y renovar los utensilios de plástico que estén deteriorados o sean muy antiguos.
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