Cuidado con los test de intolerancias alimentarias múltiples: son un fraude
Los test múltiples para detectar simultáneamente decenas de intolerancias alimentarias se plantean muchas veces como supuesta solución a infinidad de dolencias
Pero no tienen fundamento: pueden hacernos perder dinero y afectar verdaderamente a nuestra salud
Es un error concluir taxativamente que los males que sufrimos se deben a una intolerancia alimentaria
Son muchas las personas que se han sometido a un test de intolerancias alimentarias. Todas buscaban una solución a alguna de sus dolencias o preocupaciones. Las más comunes suelen ser las relacionadas con el aparato digestivo: dolor abdominal, diarrea, estreñimiento, hinchazón, gases, malestar… Pero también acuden a estos test personas que sufren otras dolencias más inespecíficas, como dolor de cabeza, dolor articular, cansancio, malestar general… O incluso quienes quieren perder peso.
Y es que estos test se promocionan a menudo como un remedio para todos esos males. La propuesta es sencilla: en teoría, con una prueba rápida, que no lleva más de 30 minutos, se puede estudiar de forma simultánea si sufrimos intolerancias a un gran número de alimentos, que puede estar comprendido entre 60 y 300.
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¿Cómo se realizan los test?
Existen diferentes métodos con los que se realizan estos test múltiples de intolerancias. En el más sencillo se utiliza una máquina de 'biorresonancia' donde simplemente ponemos las manos y, a partir de “nuestra energía” emite un diagnóstico. Este método se basa en la premisa de que todos los seres vivos emitimos vibraciones o frecuencias específicas que son únicas para cada organismo. Así, se supone que la máquina evalúa la respuesta de nuestro organismo a diferentes frecuencias que están asociadas a alimentos concretos. El pequeño detalle es que este método no tiene fundamento alguno. Es decir, se trata de una superchería sin respaldo científico.
El segundo método que se suele utilizar para realizar los test múltiples de intolerancia parece más riguroso que el anterior. Consiste en realizar un análisis de sangre para determinar la presencia de inmunoglobulina G en la sangre (IgG), ya que se basa en la premisa de que un nivel elevado de estos anticuerpos indica la existencia de una intolerancia a ciertos alimentos. Sin embargo, este método tampoco tiene fundamento científico. Además, puede acentuar la confusión que ya existe en buena parte de la población en torno a las alergias e intolerancias alimentarias (en una alergia alimentaria interviene el sistema inmunitario, mientras que en una intolerancia esto no ocurre).
¿La solución a nuestros males?
Tras realizar esos test múltiples de intolerancias alimentarias se obtiene como resultado una lista de alimentos a los que supuestamente somos intolerantes. En teoría la solución pasa por evitar el consumo de todos ellos, de modo que así pondremos solución a los males que nos han llevado hasta allí, ya sean dolencias digestivas, molestias de otro tipo o incluso el deseo de perder peso.
Generalmente la tarea no es sencilla porque la lista suele ser larga. Imaginemos que tenemos que evitar, por ejemplo, la pasta, el huevo, la cebolla, el ajo, el pimiento, el orégano, el brócoli y la manzana. Cocinar se convertirá en una labor titánica. Y no digamos ya si pretendemos comer en un restaurante, que será casi una misión imposible.
La buena noticia es que, como ya hemos mencionado, estos métodos no tienen respaldo científico. Es decir, no funcionan, así que ese diagnóstico es erróneo e inútil. A día de hoy no existe ningún método que sea capaz de diagnosticar de simultáneamente intolerancias a múltiples alimentos. Además, en el caso hipotético de que sí se pudiera hacer, sería un error concluir taxativamente que esos males que sufrimos se deben a una intolerancia alimentaria.
El peligro de este tipo de test
Después de lo que acabamos de comentar podemos imaginar que uno de los problemas que conllevan estos test es el económico: pagamos una cantidad considerable de dinero (entre 40 y 400 euros, según quien nos lo haga) por un método que no funciona.
Pero la cosa no queda ahí. Otro problema, más importante, es que, al emitir un diagnóstico erróneo, pueden agravar el estado de salud de una persona que sufre una patología concreta. Por ejemplo, imaginemos que sufrimos celiaquía, pero no lo sabemos. En ese caso deberíamos evitar el consumo de gluten. Pero si eso no se indica en el supuesto diagnóstico del test, seguiremos consumiendo gluten sin preocupación, lo que puede acabar causando problemas graves de salud. Así pues, la solución pasa por acudir a un profesional sanitario de verdad.
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