Cuando llegas a un restaurante en España, es casi un ritual: poco tiempo después de sentarte aparece el camarero para colocar sobre la mesa una cesta de pan. Aunque parece un gesto amable, lo cierto es que esta práctica tiene una motivación mucho más calculada, tanto desde la perspectiva del comportamiento de los consumidores, como de la ciencia alimentaria. Los restaurantes utilizan el pan no solo como una bienvenida, sino como un elemento estratégico que puede tener un impacto en lo que terminarás consumiendo en el establecimiento y, por ende, en el gasto total de tu cuenta.
Una de las razones más comentadas y que cuenta con una base científica para el hecho de ponernos el pan es la respuesta glucémica que provoca en el cuerpo. La bioquímica Jessie Inchauspé ha explicado cómo el consumo de pan antes de comer provoca un aumento rápido de glucosa en la sangre. Esto lleva a un 'pico' que, al caer, genera una sensación intensa de hambre, lo que hace que los clientes pidan más comida de la que quizás tenían pensada originalmente.
De hecho, cuando el camarero llega al final de la comida y pregunta si alguien desea un postre, muchas veces esa ansia de algo dulce se ve intensificada por el descenso de la glucosa, la hipoglucemia, que llega después de haber comido pan.
Este efecto sería, por tanto, parte de la estrategia comercial de los restaurantes. Saben que el pan, al ser un carbohidrato simple, se convierte rápidamente en glucosa, lo que provoca una mayor sensación de hambre durante la comida. Se trata de un estímulo que sirve para que los comensales pidan más platos, especialmente aquellos más indulgentes y calóricos, como es el caso de los postres. En este sentido, el pan se convierte en un motor de ventas, haciendo que los clientes aumenten su consumo y, por tanto, el gasto total en la cuenta.
Además de los efectos químicos en el cuerpo, el pan también juega un papel en la psicología del consumidor. La espera en un restaurante puede ser percibida como algo molesto, y los restaurantes intentan mantener al cliente atendido en todo momento, además de entretenido y cómodo mientras se preparan los platos.
Proporcionar algo de comer durante la espera, como es el caso del pan, reduce la ansiedad y hace que la experiencia de espera parezca menos tediosa. Además, un cliente que empieza a comer, aunque sea pan, se siente 'ya en proceso' de disfrutar la experiencia culinaria, lo que también contribuye a aumentar su satisfacción general con el servicio prestado.
El hecho de ofrecer pan también tiene una connotación cultural, especialmente en países europeos donde el pan es parte fundamental de la dieta. Servir pan es una tradición, y en muchos casos se considera una señal de hospitalidad. Sin embargo, los restaurantes han sabido capitalizar esta tradición, convirtiéndola en una herramienta estratégica. En algunos establecimientos, el pan es gratuito, pero en otros es añadido a la cuenta sin previo aviso, lo cual genera un ingreso extra que puede pasar desapercibido para el cliente.
Para estos casos es importante saber que esta sería una práctica ilegal en España, ya que no se puede cobrar a los clientes por algo que no han pedido expresamente, ni tampoco por algo que no se especifique de forma concreta en el menú. Por tanto, si no quieres pan, pero te lo ponen y cobran, podrías reclamarlo e incluso poner una hoja de reclamaciones por ello.
En resumen, el pan en la mesa no es tan solo un gesto de cortesía, sino también una herramienta de lo más pensada que tiene tanto un efecto psicológico como físico en los clientes que acuden a los establecimientos de comidas. Comer pan provoca un predecible aumento del consumo y además ayuda a los restaurantes a gestionar la experiencia del cliente, desde que se sientan, hasta que terminan de pagar la cuenta. Así que la próxima vez que te encuentres frente a una cesta de pan, puedes pensar en su verdadera razón de ser y decidir si realmente deseas empezar tu comida de esa manera.
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