El próximo 29 de abril, la infanta Sofía alcanzará la mayoría de edad, y con ello, se convertirá en la pieza clave de un misterio que lleva más de una década sin resolverse: qué pasará con el Palacete Balada, la lujosa propiedad en Menorca que los ocho nietos del rey emérito Juan Carlos I heredaron de un empresario menorquín.
El palacete es una auténtica joya inmobiliaria de más de 555 metros cuadrados en pleno centro de Ciutadella. Pero también es un símbolo de algo mucho más grande: el futuro de la nueva generación de la familia real y la manera en que gestionarán su legado. Hasta ahora, cualquier decisión sobre la propiedad estaba bloqueada porque uno de los herederos era menor de edad: la infanta Sofía. Pero ahora que está a punto de cumplir 18 años, se acaba la espera.
¿Se venderá? ¿Se convertirá en un refugio vacacional para los Borbón y los Urdangarin? ¿O se transformará en un espacio cultural que mantenga vivo el legado del empresario que, sin tener lazos con la familia real, decidió convertir a los jóvenes en herederos de su patrimonio? La respuesta estará en manos de la infanta Sofía, su hermana Leonor y sus primos.
La historia del palacete comienza en 2009, cuando la familia real española -todavía con los reyes Juan Carlos I y Sofía al mando- recibió una inesperada y significativa herencia de Juan Ignacio Balada Llabrés, un empresario menorquín de perfil discreto pero de gran influencia en la comunidad.
Balada, nacido en Ciutadella, era hijo de un propietario de cine y de la primera mujer farmacéutica de la isla. Al morir, decidió legar a la Casa Real española, un movimiento que sorprendió a propios y extraños debido a la ausencia de vínculos directos entre Balada y la familia real. Nombró herederos de la mitad de su patrimonio, a partes iguales, a Felipe y Letizia y a los ocho nietos de los eméritos, dando encargo a los príncipes de crear, con el otro cincuenta por ciento, una Fundación de interés general.
El reparto de la herencia fue peculiar: mientras que Felipe y Letizia recibieron alrededor de 10 millones de euros con los que crearon la Fundación Hesperia -entidad que tiene como objetivo principal el estudio y apoyo de la institución monárquica así como su fomento a través de las ciencias y las artes-, el palacete fue legado a los ocho nietos de los reyes eméritos, los cuatro hijos de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin -Juan, Pablo, Miguel e Irene-, los dos hijos de la infanta Elena y Jaime de Marichalar -Froilán y Victoria Federica-, y las hijas de los actuales monarcas, la princesa Leonor, y su hermana, la infanta Sofía. Esta decisión convirtió a los jóvenes miembros de la familia real en copropietarios de una propiedad de altísimo valor, tanto económico como cultural.
En ese momento, todos eran niños, por lo que la propiedad quedó en una especie de limbo hasta que alcanzaran la mayoría de edad y pudieran decidir qué hacer con ella. La ley exige que cualquier decisión sobre un bien patrimonial compartido por menores de edad deba contar con la aprobación de sus padres o tutores legales, y en algunos casos, incluso de un juez. Pero ahora, con Sofía convirtiéndose en adulta, ese momento ha llegado.
Este inmueble de más de 555 metros cuadrados y un solar adyacente se ha mantenido inutilizado desde el fallecimiento de Balada. No ha residido nadie ni se le ha dado ningún otro uso que no fueran labores de mantenimiento.
La gestión y futuro del Palacete Balada han sido temas de discusión desde su adquisición por parte de los jóvenes Borbón. La mansión llegó a ponerse a la venta por 1,5 millones de euros, pero en 2019 se retiró, y en 2021 el Ayuntamiento llegó a solicitar a la Casa Real la cesión de este edificio, pero la respuesta fue negativa, tal y como recogieron entonces medios locales.
La mayoría de edad de la infanta Sofía, que llegará el próximo 29 de abril, será un punto de inflexión en este asunto. Así lo explicó el mismo Felipe VI en los jardines del Palacio de Marivent el año pasado al medio 'Es Diari', asegurando que había "que esperar al próximo año" para conocer el futuro del palacete de Juan Ignacio Balada.
Con todos los copropietarios siendo legalmente adultos, se facilitaría la toma de decisiones respecto al palacete. Las opciones podrían incluir la venta de la propiedad, su alquiler, o su uso como residencia vacacional compartida entre los nietos del rey emérito Juan Carlos. Aunque se desconoce qué harán los otros seis nietos, se espera que tanto Leonor como Sofía cedan su parte a la Fundación Hesperia.
El destino del Palacete Balada está a punto de decidirse, y por primera vez, la infanta Sofía tendrá un papel clave al tomar una decisión que marcará su paso a la edad adulta. La cuenta atrás ha comenzado.
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