Londres. 9 de diciembre de 1992. Reino Unido vivió uno de sus días más históricos de todo el siglo XX. Una noticia que sacudió a la monarquía británica y al mundo entero fue anunciada esa fría mañana: el primer ministro británico, John Major, confirmó en el Parlamento que el entonces príncipe Carlos III y la princesa Diana de Gales se separaban oficialmente. Una información que durante los meses anteriores se había convertido en un secreto a voces. Este anuncio marcó el final de uno de los matrimonios más mediáticos y a su vez turbulentos en la historia de las realezas.

En su declaración, Major señaló que la decisión de la separación -que no divorcio- fue tomada "de mutuo acuerdo" y que no habría cambios en los derechos de sucesión del príncipe Carlos ni en el título de Diana como princesa de Gales. El comunicado subrayó que ambos continuarían desempeñando sus roles como padres de los príncipes Guillermo y Harry, priorizando su bienestar por encima de todo.

"Se anuncia desde el Palacio de Buckingham que, con pesar, el Príncipe y la Princesa de Gales han decidido separarse. Sus Altezas Reales no tienen planes de divorciarse y sus posiciones constitucionales no se ven afectadas. Esta decisión se ha tomado de forma amistosa y ambos seguirán participando en la crianza de sus hijos. La reina y el duque de Edimburgo, aunque tristes, comprenden las dificultades que han llevado a esta decisión", comunicaba Major. De aquel día han pasado ya 32 años. No fue hasta el 28 de agosto de 1996 cuando se hizo oficial su divorcio.

El matrimonio, que comenzó en 1981 con una boda de cuento de hadas seguida por millones en todo el mundo, había mostrado signos de deterioro durante años. Los rumores sobre infidelidades, tensiones personales y las dificultades de Diana para adaptarse al rígido protocolo real fueron ampliamente documentados por la prensa. Los detalles íntimos de la relación, incluidos intercambios de declaraciones públicas y confesiones privadas filtradas pintaron un cuadro de una relación irreparable.

Fue también en 1992 cuando se publicó el explosivo libro 'Diana: Her True Story' de Andrew Morton, que reveló la lucha personal de la princesa con la depresión y la bulimia, y quedó claro que la pareja no podía continuar con la fachada de un matrimonio feliz. Ese año, la propia reina Isabel II lo denominó "annus horribilis" debido a este escándalo.

Pese a que quizá fue el divorcio real más famoso del siglo XX, no ha sido el único matrimonio 'royal' que ha acabado en divorcio en los últimos años. España, Luxemburgo, Dinamarca, Mónaco y de nuevo en Reino Unido, entre otros, cuentan con otros miembros de la realeza que también decidieron poner punto y final a sus historias de amor.

La hermana menor de la reina Isabel II, la princesa Margarita, contrajo matrimonio con el fotógrafo Antony Armstrong-Jones en 1960. Se divorciaron en 1978 tras las múltiples infidelidades de ambos, marcando el primer divorcio real británico en 400 años.

En 1986, la abadía de Westminster fue el escenario escogido para celebrar la boda del segundo hijo de Isabel II y su esposa, Sarah Ferguson. Su matrimonio se desmoronó por la presión mediática y los escándalos. Aunque se separaron en 1992 y se divorciaron en 1996, mantienen una relación amistosa hasta el día de hoy.

La primogénita de los reyes Eméritos Juan Carlos y Sofía se casó con Jaime de Marichalar en 1995. Después de años de rumores sobre tensiones y diferencias irreconciliables, anunciaron un "cese temporal de la convivencia" en 2007 y formalizaron el divorcio en 2010.

Estefanía de Mónaco y Daniel Ducret fueron una de las parejas más polémicas de los años noventa. Tras haber tenido varios hijos en común y haberse convertido en marido y mujer en 1995, Daniel era fotografiado manteniendo relaciones íntimas con otra mujer. Un escándalo sin precedentes que puso fin a su matrimonio tan solo un año después de haber pasado por el altar.

El nieto mayor de la reina Isabel II contrajo matrimonio con la joven canadiense en 2008. Tomaron la decisión de separar sus vidas a finales de 2019. Lo anunciaron al año siguiente: "Peter y Autumn acordaron conjuntamente separarse. Habían llegado a la conclusión de que esto era lo mejor para sus dos hijas y su relación. La decisión de divorciarse y compartir la custodia se produjo después de muchos meses de conversaciones y aunque triste, es una decisión amistosa. La prioridad de la pareja seguirá siendo el bienestar y la educación de sus maravillosas hijas Savannah e Isla". 

El hijo menor de la reina Margarita II de Dinamarca y hermano del rey Federico X contrajo matrimonio con Alexandra Manley en 1995. Su matrimonio fue el primero en terminar en divorcio en la historia actual de la casa real danesa. Se separaron en 2004 y, aunque ambos se han vuelto a casar, mantienen una buena relación por el bienestar de sus hijos, Henrik y Atenea.

La única hija de la reina Isabel II se casó en 1973 con Mark Phillips, un oficial del ejército y campeón ecuestre. Su matrimonio enfrentó problemas desde el inicio, y tras años de rumores sobre infidelidades de ambas partes, se divorciaron en 1992.

El príncipe Louis de Luxemburgo sorprendió a la monarquía al casarse con Tessy Antony en 2006 tras un embarazo fuera del matrimonio. Se divorciaron en 2019.

La hija mayor del príncipe Rainiero III y Grace Kelly tuvo un matrimonio fugaz con el francés Philippe Junot en 1978. Se divorciaron en 1980 y más tarde recibieron la anulación eclesiástica, lo que permitió a Carolina volver a casarse dentro de la Iglesia Católica.

La infanta Cristina, hija de los reyes Juan Carlos y Sofía, contrajo matrimonio con Iñaki Urdangarin en 1997. Sus vidas como casados también comenzaron como un cuento de hadas, pero quedaron marcada por el escándalo del Caso Nóos, en el que Urdangarin fue condenado por corrupción. En 2022, después de que se publicaran imágenes de Urdangarin con otra mujer, la pareja anunció su separación. No ha sido hasta enero de este 2024 cuando se ha hecho oficial su divorcio.

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