Tirso descubre algo que le deja muy decepcionado. Cuando entra en el bazar chino de su barrio, se encuentra con su hijo. Trabaja ahí como dependiente porque necesita el dinero.
El exmilitar no entiende cómo ha podido acabar allí. Podía trabajar perfectamente en su ferretería. Además le está haciendo la competencia vendiendo productor mucho más baratos pero de peor calidad.
En una conversación llena de reproches, el hijo de Tirso le dije que nunca ha sido un buen padre, y aunque la ferretería lleva su nombre, él no se siente un Abantos.