Gladys no tuvo más remedio que entrar a vivir en la casa de la vecina de Tirso después de que les echaran de la pensión. Nelson entró en la casa y la okupó con su madre.
A Tirso no le gusta nada Gladys y mucho menos Nelson, cree que no es el tipo de chico con quien tiene que estar su nieta. Gladys le explica al ferretero que no tiene dónde vivir y se ha visto en la necesidad de entrar en esa casa y quedársela al fuerza.
Pero hay algo que conmueve a Tirso y decide presentarle a la dueña legítima de esa casa. Sus hijos pasan de ella, ya no van a verla a la residencia, pero eso sí quieren quedarse con la casa de su madre.