Nevada por efecto lago: cuando una ráfaga de viento congela varias casas de golpe
El fenómeno es relativamente frecuente en los Grandes Lagos
El viento frío recoge humedad del lago y se congela al contacto con las casas
En 2006 un episodio selló casas y coches con medio metro de hielo
Durante la segunda mitad del otoño y a lo largo del invierno, la zona de los Grandes Lagos de Norteamérica está expuesta a un curioso fenómeno meteorológico. El efecto lago, también llamado efecto Lacustre, es capaz de congelar un puñado de casas con solo una ráfaga de viento heladora. Lo llaman efecto lago y suele causar bastantes desperfectos.
Frecuente en los Grandes Lagos
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Los lagos son capaces de crear desde niebla hasta bandas de lluvia y nieve, pero también heladas severas. Es lo que sucede con la llegada repentina del viento polar en los Grandes Lagos o el Gran Lago Salado, que se encuentra en Utah.
El aire frío y seco recoge humedad y calor al pasar sobre un lago relativamente más cálido. Después, la humedad se adhiere a la superficie de las casas y coches en las orillas a sotavento, donde el viento arrecia desde el lago, y se congela rápidamente.
Predecirlo no es fácil, aunque lo meteorólogos tienden a fijarse especialmente en tres detalles: la dirección del viento, la temperatura del aire, y la temperatura de la superficie del lago. Durante el invierno más gélido es menos probable que se produzca porque estos lagos tienden a congelarse y el viento no puede recoger humedad.
Esta semana, sin ir más lejos, una potente tormenta ha enfriado los estados del noreste de Estados Unidos y sureste de Canadá, causando cortes de electricidad la madrugada del lunes. El servicio meteorológico avisó entonces del riesgo de que se sufrieran daños materiales por las nevadas de efecto lago, que suceden de un momento a otro.
Casas selladas por el hielo
Las imágenes que deja este fenómeno sorprendentemente habitual parecen sacadas de ‘Frozen’. Estalactitas y una especie de manta blanca cubren las casas a orillas de los inmensos lagos norteamericanos, de las que difícilmente pueden entrar o salir sus residentes. Quedan literalmente selladas por el hielo.
Una que los neoyorquinos recuerdan bastante bien se produjo en octubre de 2006. Ocurrió en Buffalo, Nueva York, y el grosor del hielo superó el medio metro. Aunque, sin ir más lejos, este mismo año, en la recta final del invierno, se vivió un episodio llamativo a orillas del lago Erie.