De camino a Peñafría y con el fin de calmar los ánimos de sus nuevos amigos y vecinos de la ecoaldea, Moncho y Ruth deciden hacer una parada en el camino para darles la bienvenida con un divertido y espiritual juego. Proponen a sus nuevos amigos presentarse e identificarse con un animal. Juanjo tiene claro que él es una hormiga porque es muy trabajador, Amaya acepta ser una zorra porque es lista y astuta, Echegui es una cabra montesa, Nacho un toro…
Tras varios de expedición, Ruth y Moncho deciden comenzar su proyecto de la ecoaldea en Peñafria, un pueblo que ellos creen que está deshabitado. Sin embargo, cuando llegan a él para instalarse en compañía de las personas que han decidido unirse a su aventura, se dan cuenta de que están equivocados. Peñafría tiene solo 5 habitantes, pero no está deshabitado y no todos les reciben con una sonrisa. Alsacio les está esperando escopeta en mano.
Tras pasar la primera noche en la ermita y someterse a intensas entrevistas, los nuevos habitantes de Peñafría acuden ansiosos al reparto de casas. No todas las casas están en las mismas condiciones y todos intentan convencer al Alcalde de que les dé un buen hogar, especialmente Moncho, quién está convencido de que la mejor casa del pueblo va a ser para él y de ahí al pelotazo inmobiliario hay un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, el reparto no reparte suerte para todos y a Juanjo y Amaya les toca la peor casa de todo el pueblo. Una casa que ni se acerca al chalecito de tres plantas que les ha tocado a los hippies.
Tras recibir una llamada de Nacho diciéndole que Pablo estaba de “bajonazo”, Isa no duda en salir corriendo a buscar a su prometido. Pero lo que no podía imaginar es que ese “bajonazo” ya se le hubiera pasado y que se le fuera a encontrar esquilando ovejas en Peñafría. Pablo intenta explicarle a su novia que necesita tiempo para adornar su cabeza y que quiere seguir con ella pero hacerlo con una nueva vida, pero Isa no termina de entenderlo. Están a un mes de pasar por el altar, tienen 300 invitados y una luna de miel esperándoles, ella no está dispuesta a cambiar su vida de repente y le da un ultimátum.
Dispuestos a acabar con Moncho y Ruth, y conseguir ser los propietarios de su chalecito con vistas, Juanjo y Amaya trazan una trama contra ellos e intentan simular que están amenazando a Alsacio para que les echen del pueblo. Sin embargo, Cándido sorprende al constructor y su novia pintando con carmín rojo de Chanel la puerta de su paisano y decide expulsarles del pueblo de forma inmediata. Amaya está encantada con la idea porque prefiere vivir en Parla que en Peñafría, pero Juanjo no tiene más remedio que suplicar porque no tienen ningún otro lugar para ir.