Duermen al raso o en cuevas, soportan hambre, frío y violencia. Así malviven los menores inmigrantes en Melilla mientras esperan llegar a la península. Los chavales deambulan durante toda la noche y se levantan tarde y acuden a la zona amurallada a buscar alimentos que luego guardan en escondites que tienen en varios puntos de la ciudad. Por la noche piden alimento a los clientes de la terrazas.