El herpes zóster, también conocido como ‘culebrilla’, es una erupción de sarpullido o ampollas en la piel. Es causada por el virus de la varicela-zóster, el mismo que causa la varicela que todos conocemos de la infancia. Después de tener varicela, el virus permanece en su cuerpo. Puede que no cause problemas por muchos años, pero a medida que nuestro sistema inmune envejece, el virus puede reactivarse en forma de herpes, dando lugar a lo que se conoce como herpes zóster..
Los síntomas del herpes zóster son incómodos, dolorosos y duraderos. Los primeros signos incluyen ardor o dolor punzante y hormigueo o picazón.
El herpes zóster produce lesiones vesiculosas en las zonas por las que pasan los nervios, la más frecuente es en el nervio intercostal (entre las costillas), localizándose en una franja que se extiende desde la espalda hasta la parte anterior del tórax. Puede también aparecer a nivel lumbar, extendiéndose desde la zona lumbar hasta el abdomen o por las extremidades, en el ojo, oído y la boca, estos tres últimos corresponden a la zona del nervio trigémino.
En cualquier caso, lo característico es que las lesiones se limitan a un único lado del cuerpo (derecho o izquierdo), sin atravesar hacia el otro lado. La afectación más grave es la de los nervios de la cara, ya que puede afectar a la boca, a la lengua, al ojo (herpes oftálmico) o al oído (síndrome de Ramsay-Hunt).
Entre uno a 14 días después, tendrá una erupción que consiste en ampollas que generalmente duran entre siete y 10 días.
Las lesiones suelen ir apareciendo a lo largo de varios días y pueden acompañarse de picor local o de dolor, sobre todo si afecta a personas mayores. El dolor puede aparecer entre 48 y 72 horas antes de que broten las lesiones. Tras aproximadamente una semana, las lesiones se transforman en costras y posteriormente desaparecen. En personas con defensas bajas las lesiones pueden ser más numerosas y tardar más en desaparecer.
En raras ocasiones, usualmente en personas con el sistema inmunitario debilitado, la erupción puede estar más extendida y parecerse a una erupción de varicela.
Algunas personas también pueden presentar otros síntomas, como:
El herpes zóster geniculado (síndrome de Ramsay Hunt, herpes zóster ótico) se debe al compromiso del ganglio geniculado. Geniculado y produce otalgia, parálisis facial y, a veces, vértigo. Se forman vesículas en el conducto auditivo externo y el paciente puede perder el sentido del gusto en los dos tercios anteriores de la lengua.
El herpes zóster oftálmico se debe al compromiso del ganglio trigeminal (de Gasser) y se manifiesta con dolor y una erupción vesiculosa alrededor del ojo y en la frente, en el área de distribución de la división oftálmica V1 del quinto nervio craneal (trigémino). La enfermedad ocular puede ser grave. El hallazgo de vesículas en la punta de la nariz (signo de Hutchinson) indica el compromiso del ramo nasociliar y un riesgo aumentado de enfermedad ocular grave. Sin embargo, el ojo puede estar comprometido aunque no haya lesiones en la punta de la nariz.
El herpes zóster intrabucal es infrecuente, pero puede provocar lesiones unilaterales en un área con límites netos. No se asocia con síntomas prodrómicos intrabucales.
Una de cada cuatro personas que han sufrido herpes zóster tendrá neuralgia postherpética. Se trata de un dolor persistente o recidivante en el área de distribución afectada (neuralgia posherpética), que puede persistir durante varios meses o años o en forma permanente.
El dolor de la neuralgia posherpética puede ser agudo e intermitente, o constante y no tiene un tratamiento específico
El herpes zóster presenta una baja mortalidad, pero sus complicaciones, especialmente la neuralgia postherpética, pueden ocasionar discapacidad y afectar a la calidad de vida de quienes lo padecen. Esta enfermedad no tiene cura, pero por suerte, como indica la doctora, se puede prevenir.
Para más información visita la web www.virusherpeszoster.com