Tras una tensa conversación con el periodista Miquel Vals, Albert Cavallé accede a dar su versión de los hechos. En una terraza de Barcelona, el presunto estafador charla durante dos horas sobre sus conquistas sexuales y las denuncias de 17 mujeres por presunta estafa.
Cavallé imita la voz de las presuntas víctimas (“Le dejé 200 euros y no me los devolvió”), actúa de forma arrogante e incluso se ríe. Sus gestos rozan la soberbia y sus palabras también. Dice que algunas chicas eran feas y que tenían que haber dado más dinero solo por estar al lado de él.
Está indignado por las denuncias y no muestra ningún arrepentimiento. Asegura que las mujeres le han denunciado por puro resentimiento (“si llego a continuar con ellas en la cama, no me denuncian”). A pesar de su situación judicial, no pierde la pose de seductor y no parece preocupado (“voy a seguir haciendo mi vida porque no he hecho nada malo”). Parece feliz y disfruta con la fama que tiene: “Que me graben, si al final terminaré como asesor del amor en ‘Mujeres y hombres y viceversa”.
Durante la charla, Cavallé no duda en intentar ligar con varias chicas. Saluda a una desde lejos y se ríe porque ella se golpea mientras le mira. También le pide a otra joven que se siente en su mesa. Además, cuenta que una chica le pidió el otro día una foto y que le confesó que no se cree las denuncias. "Ellas no se lo creen porque saben cómo son, así de claro”, dice riendo.
En la segunda parte de la conversación, el 'gigoló estafador' mantiene el tono chulesco y relajado. Reconoce que le gustan las mujeres "maduritas" y "sin haber tenido hijos... me muero tío", dice. Se define a si mismo como "golfo" y "un tío de mujer". Se emociona cuando habla de las mujeres incluso cuando ve una que le gusta en la terraza no duda en hablar con ella. Según él, ama a las mujeres casi por encima de todo y por eso le molesta que digan que no las trata bien.
El 'estafador del amor' sale corriendo del juzgado y huye de los medios en moto