Son pocas las chicas de El Príncipe, en Ceuta, que llegan al instituto pero son casi todas las que tienen su propio móvil, comprado en Marruecos, a bajo precio. La cobertura telefónica alahuí cubre más y mejor el olvidado cerro, donde las chicas sin expectativas coquetean por internet con el lado más oscuro de su religión, fuera del radar español y muy próximas al refugio virtual de los radicales que operan desde la vecina localidad de Castillejos, al otro lado de la frontera. WhatsApp, Facebook o Twitter son las herramientas que les acercan a remotos lugares que no logran situar en el mapa, como Siria o Irak donde sueñan con vivir su cuento de las Mil y una noches, junto a su "príncipe" no azul sino barbudo. Aicha (nombre ficticio) era amiga de la última chica captada en Ceuta por una red yihadista. La joven de 18 escapó de las garras de la yihad cuando estaba en Turquía. Le habían quitado el pasaporte y iba a cruzar a territorio de "Estado Islámico". Aicha cuenta que supo cuando su amiga se radicalizó el día que se cruzaron a un vecino por la calle, éste las saludó y la chica le ignoró, al volver a saludar la chica le dijo que ella no hablaba con hombres. Se movían en ambientes virtuales de captación yihadista. Aicha quiso ponerse el velo integral (ellas lo llaman burka aunque no se trata de la prenda afgana) cuando vio que su amiga lo llevaba. Sus padres le dijeron que no porque no podía ir así a la escuela: "entonces le dije a mi madre que dejaría los estudios para poder ponérmelo". Sus padres y sus hermanas han estado vigilantes, impidieron que el proceso de radicalización siguiese adelante. Según Aicha, su amiga fue voluntariamente a Siria: "nadie la obligó", insiste. Ahora su familia ahorra para pagar el dinero de un abogado que demuestre que a la chica la manipularon para que tomara esa decisión. Las vecinas cotorrean acerca de las posibilidades que tiene la chica de volver a casa: está sentenciada, dice una, "Los radicales son como hormigas y la encontrarán para vengarse o cogerla otra vez".