Laura da saltitos rápidos subiendo los peldaños descascarillados que dejó el terremoto. Se había mudado hacía sólo tres meses pero en ese edificio de la calle Galicia para neutralizar la nostalgia había invertido los ahorros de 17 años de exilio lingüístico en México. Laura García Arroyo es lexicógrafa, describe y rellena de contenido palabras, y llegó al país para trabajar en la editorial SM cocinando diccionarios. La ciudad encantó su espíritu y hasta le regaló el acento dulzón de México, pero tras el 17 de septiembre, de efeméride maldita con su terremoto de 7.1 grados, le ha cogido miedo. Le tocó sentir cómo oscilaba literalmente la vida cuando desde su sexto piso alcanzó a refugiarse bajo el arco de la puerta de entrada a su casa. Le salió un rezo automático, como de supervivencia, que hizo su trabajo. Volvió a entrar al desastre agrietado de su hogar para recuperar retazos de vida y enseguida salió dando saltitos rápidos, bajando los peldaños arenosos que dejó en prenda el terremoto.