“No quería mirar las caras porque mi obsesión era poder ayudar”
Wandrille Lanos, periodista de Primeras Líneas, la productora que compartía el edificio con Charlie Hebdo, fue una de las primeras personas que entró en la redacción del periódico cuando los yihadistas salían. El primer impacto lo recibió al ver algunos cuerpos en a la entrada de la redacción, donde un médico, colaborador de la revista, atendía a algunos heridos. Siguieron avanzando hasta la sala de reuniones, donde los terroristas habían encontrado a sus objetivos más preciados, los grandes dibujantes del diario satírico, que debatían sobre los temas del próximo número. Aún no digiere la estampa que se encontró en la redacción: "no quería mirar las caras porque mi obsesión era poder ayudar y la situación era tan dura, que si me paraba a pensar lo que estaba viendo, no podría hacer nada".
Con él, su amigo Martin, que desde la azotea, donde se refugiaron, no perdió el pulso para grabar los tiros y la huída de los terroristas. A estas alturas le cuesta pronunciar palabra sobre una experiencia que dice le ha traumatizado. El autor del video que ha dado la vuelta al mundo ha vuelto al lugar de los doce crímenes para encontrarse con sus compañeros de trabajo, convertidos todos en supervivientes. 24 horas después no recupera la voz.
Le ocurre a miles de franceses que hoy han dejado los kioscos sin periódicos, para homenajear al periódico atacado. Del miedo de
En la plaza de la República, que se ha convertido en la zona cero de la tristeza, se acumula el arma que desencadenó esta venganza, los bolígrafos que empuñan todos los que lo han convertido en un símbolo de resistencia contra la barbarie.
El ir y venir del dolor de una Francia a la que no le salen las palabras, se suple con un rosa por aquí y un ramo por allá; el sufrimiento de un país, golpeado por el terror, brilla en miles de velas que se prenden en cada esquina.
Una atentado contra la libertad de expresión que el Charly sigue reivindicando en sus portadas, aún herido de muerte.