A Suzanne le daba miedo que su padre utilizara el metro. Vivía frente a la sala Bataclan así que, que el viernes después de sus clases de literatura francesa en La Sorbonne, decidiera ir con su hermano pequeño a un concierto, entraba dentro de la normalidad más absoluta. Manuela sonríe, mientras llora, al describir lo guapa que era. Es la típica sonrisa con llanto de las personas emocionadas y ahora Manuela, frente al altar de rosas blancas y crema que rodea la foto de la joven sonriente, está muy emocionada.
París intentaba ser anoche una fiesta en la que, como en el libro de Hemingway, no faltara ni el alcohol, ni la música. Estar en la calle era una declaración de principios por eso Jesica decía que ellos están dispuestos a morir pero nosotros estamos dispuestísimos a vivir. La catarsis tras los atentados llega con la música o con la tranquilidad de una caricia o un abrazo. Y aunque nada volverá a ser lo mismo, como dice Severine, tan sólo estar es una manera de mimar la memoria de las víctimas. A Suzanne la asesinaron de un tiro en la cabeza. Unos segundos antes el terrorista le había dicho: "Si te mueves, te mato".
Suzanne no se movió pero un terrorista no es un hombre de palabra. Se desplomó sobre su hermano de 17 años, que estaba en el suelo pero vivo.