“No escuchéis lo que dicen de nosotros, escuchad lo que tenemos que decir” Esta frase que repiten como un mantra los community manager de la yihad y los emires de la guerra santa, podría ser un buen resumen de la estrategia mediática de Estado Islámico. Tienen mucho qué decir, en formatos muy variados y lo hacen, además, con una gran calidad.
Para ello el autoproclamado Estado Islámico cuenta con un ejército mediático, una infantería digital con sus soldados, sus brigadas y sus comandantes. Un ejército que tiene bien engrasada el arma de la propaganda, la más eficaz de sus armas de guerra.
Diseñan su estrategia y la orientan a una opinión pública concreta, a los públicos a los que ellos quieren captar. Se trata de una relación social para influir en formas de pensar, conductas o acciones de forma colectiva. Para ello, las redes sociales son la mejor herramienta: lanzan la caña a un océano de peces hambrientos y muchos pican.
A partir de ahí, surgen formas diferentes de asociación social a partir de grupos de personas, en el caso del terrorismo individuos potencialmente “radicalizables” que reciben mensajes adaptados a su perfil, a sus gustos, a su idiosincrasia y, sobre todo, a sus frustraciones. Puro marketing internacional.
La comunicación social de corte yihadista responde a las necesidades de esos grupos, está hecha a la carta: hablamos de públicos transfronterizos pastoreados por unos terroristas digitales que dominan el marketing y saben bien lo que es la segmentación de audiencias, distintos mensajes para distintos públicos.
Si el mensaje va orientado al reclutamiento de radicales en occidente, utilizan a un occidental de rasgos y acento, con un aspecto muy “apetecible”, entre comillas, en un lugar idílico, un tipo con buena pinta, que te invita a que te unas.
Las teclas que hay que tocar en un joven susceptible de radicalizarse en el barrio de La Cañada de Hidum (Melilla) son distintas de las que provocarán la reacción en un tunecino o en un iraquí. Sus necesidades son diferentes y por eso el Daesh tiene 36 productoras al servicio de la yihad multiplataforma.
Lo saben, lo han estudiado y desarrollan su proyecto, empaquetando sus productos audiovisuales, en función de esas características, se particulariza el mensaje para unas audiencias o para otras. El proceso opera de forma diferente en una niña de 14 años en Ceuta que un delincuente veinteañero en Molenbeek… Ofrecen un menú a la carta para que cada cual compre su favorito, como en cualquier franquicia de comida basura.
Ponen su sofisticada estrategia digital a trabajar para transformar el terrorismo en una cultura de masas, en algo imitable, que “mola”, en un producto popular, en una culturtal y como comprobábamos en Informativos Telecinco en el barrio ceutí de El Príncipe: Yihad adolescente
El informe Mc Bride de la UNESCO definía allá por 1980 al público como: “un conjunto de individuos que participa regularmente en formas de comunicación y adquiere una conciencia de pertenencia al grupo, que a veces puede institucionalizarse e influir en sus comportamientos". Pues bien, apliquen esta precisa definición al terrorismo yihadista y a sus estrategias de comunicación. Los yihadistas tienen su público bien definido y la mayoría de las captaciones se producen a través de las redes sociales.
MISION
La misión es atraer población al califato, mostrando la utopía de vivir en Siria y hacerlo de un modo visual, entretenido, vistoso. Usan los mismos códigos que funcionan con esos grupos de jóvenes en otros ámbitos: videojuegos violentos como Call of Duty, tan del gusto de cualquier chaval, son la inspiración para los posproductores de la yihad. Utilizan la identidad cultural global para empezar a trabajar y después adaptan el mensaje a la audiencia. Desarrollan campañas específicas para cada país o más bien para áreas regionales. Su funcionamiento es el de una gran multinacional de marketing con divisiones regionales.
De esta primera misión de su propaganda se desprende después de forma natural la segunda, animar a los potenciales terroristas a emigrar al califato para por último volver y atentar en sus países de origen el otro camino es darle la "inspiración" para que actúen como lobos solitarios.
Los dos objetivos son complementarios y por eso los tipos de productos audiovisuales son complementarios. En la producción de Daesh hay dos tipos de videos, apenas el 3%,: los violentos que recogen ejecuciones y los costumbristas, que son la mayoría y que exhiben las delicias de vivir en el califato, tal como explica el experto de la Universidad de Navarra, Javier Lesaca.
De estos últimos apenas tenemos noticia porque están orientados más bien a los públicos musulmanes y sobre todo porque no son atractivos para nuestras audiencias así que los medios de comunicación los obviamos. De algún modo si los mostráramos estaríamos también haciéndoles el juego. Allí se exhiben las maravillas de residir en los territorios dominados por los muyahidines. Invitan al espectador a sumarse al sueño radical y vengarse del sometimiento que les impone Occidente, de nuevo el victimismo.
El mensaje elemental es que el califato será la solución a sus frustraciones. Responden con mensajes positivos a audiencias cargadas de resentimiento.
Convierten el concepto de la solidaridad en un elemento más de su discurso de captación por eso en los videos aparecen niños masacrados a los que hay que ayudar.
Yo lo llamo "Buenismo" yihadista, victimismo islamista. Intentan trasmitir que una parte de su justificación de la barbarie se hace en base a los “abusos” cometidos unas veces el responsable es Occidente, otras Bachar Al Assad… o cualquiera que sea la diana escogida para la ocasión, los rusos, Hollande... Es un recurso muy viejo del radicalismo islámico pero eterno porque siempre hay nuevos agravios que explotar.
Es muy eficaz, durante décadas se ha recurrido al conflicto palestino ahora Siria o Irak son los agravios elegidos pero el mecanismo funciona. Ahora se explota a nivel industrial digital, como un elemento clave de esa propaganda. Funciona con jóvenes y también con mayores Listos para la Yihad en casa lo veíamos también en Ceuta.
Además es algo que opera, obviamente, en musulmanes radicalizados pero también en musulmanes no radicalizados que de algún modo, (como me decía una chica en Ceuta hace unos meses, después de los atentados contra el Charly Hebdo), respetan lo que hacen los yihadistas y la razón es "los musulmanes estamos olvidados y nos hacen daño". Es un discurso muy habitual, fácil de encontrar en cualquier barrio europeo de fuerte presencia musulmana.
En la parte violenta, también logran su doble objetivo: Aterrorizar a Occidente, por un lado, y por otro seducir a esos jóvenes con un lenguaje y una narrativa audiovisual que entienden y que les llega. Por eso captan a adolescentes y jóvenes, mayoritariamente entre los 15 y los 25/30 años.
Los jóvenes susceptibles de ser radicalizados pasan sin transición del video de Seven o de Tarantino, de las películas de ficción, a los videos de las ejecuciones, snuff movies en HD donde se trivializa la muerte, tal como relata Lesaca. Todos son nativos digitales. Los que elaboran los contenidos y los que los reciben. Trasmiten una ideología superficial y que cala rápido entre jóvenes, chicos o chicas, sin identidad clara, existencialmente perdidos, que encuentran una causa a la que sumarse; una razón. Los jóvenes que están allí se sienten parte de una gran causa y creen que están haciendo historia.
Para la mayoría siempre hay algún hecho concreto que sirve para detonar el proceso y que pasen de la radicalización, que se ha ido cocinando a fuego lento en las redes, a la acción de viajar a Siria o planear una acción aquí.
Para provocar esa fascinación poco a poco los redactores de la yihad recurren a una rica variedad de géneros periodísticos. Algunos clásicos y otros, vamos a verlo, más innovadores.
Géneros periodísticos:
Los videos de estado islámico ofrecen una Yihad a la medida, una adaptación del medio al mensaje, en este caso también se demuestra la teoría de Mc Lujan.
¿Qué quiero trasmitir con cada género y qué herramienta es la mejor para ello? El mismo dilema que nos planteamos los periodistas a la hora de elaborar una información. ¿Este contenido es más adecuado para un reportaje profundo o para una pieza breve?? Han profesionalizado hasta tal punto la propaganda que se les presentan las mismas cuestiones que a cualquier profesional, porque ellos son también profesionales.
El reportaje o el VTR
Gran reportaje, más elaborado, con cánticos, posproducción, efectos, y un guión más trabajado frente a la pieza de actualidad televisiva, que intenta ser más objetiva y que responde más bien a esos episodios costumbristas donde aparecen médicos o escuelas en su Estado Islámico.
Cantlie: el reportero secuestrado por la yihad
El caso más paradigmático con el que nos han sorprendido ha sido el del periodista británico John Cantlie, secuestrado desde hace casi tres años.
Son habituales los video mensajes de rehenes haciendo llamadas desesperadas a la clemencia, pero el caso de Cantlie es especial porque en sus mensajes no imploraba misericordia. Pasó de rehén a rehén-reportero de la yihad. Claramente entendieron los propagandistas que era más eficaz para su estrategia presentarlo como un converso, un extremo síndrome de Estocolmo, que seguramente (según su propia familia) es más bien una hábil estrategia de supervivencia.
Para Daesh toda publicidad es buena así que vieron la posibilidad de convertir al rehén en herramienta propagandística y no lo dudaron.
El reportero hizo en primer lugar una serie de siete videos con el título “Prestadme vuestros oídos” donde es un presentador de televisión con mono naranja. Aquí vieron su potencial.
La cuestión es que hasta la puesta en escena del prisionero va evolucionando. En los primeros videos lo presentaban vestido de naranja, con un forzado tono de presentador de Informativos. Después pasaron a mostrar a un reportero vestido de negro riguroso que enunciaba los eslóganes del autoproclamado Estado Islámico haciendo un reportaje en Mosul.
Formaba parte de la serie “Inside” como enviado especial a tres ciudades: Kobani, Aleppo y Mosul. En el segundo de los videos, en Aleppo, va vestido como cualquier reportero que estuviera cubriendo la guerra allí, hace entrevistas, entradillas a cámara. Su imagen va evolucionando e intentan que su relato sea cada vez más realista: ellos han encontrado un personaje que explotar.
A nosotros se nos plantea la duda y tendemos a pensar que es una estrategia de supervivencia del periodista pero de cara al público fanático, a los seguidores de Daesh, el fenómeno Cantlie, es un ejemplo de éxito propagandístico, un héroe que expresa su convencimiento, su credibilidad, su telegenia al servicio del califato. Tras los atentados de París le convirtieron incluso en columnista de la revista oficial de EI, Dabiq.
Lo único seguro es que Estado Islámico ha dado otra vuelta de tuerca en el uso de los periodistas para conseguir sus fines: según su conveniencia, son moneda de cambio para secuestrar y conseguir financiación; son una presa más en su avance o una poderosa herramienta de propaganda.
A los periodistas se les instrumentaliza en función de su nacionalidad (en función de si el país de origen es de los que negocian y pagan o de los que no), de su perfil o de su trabajo previo. En Siria el negocio de los rehenes mueve rescates de hasta 10 millones de dólares.
Siempre hablamos de los periodistas occidentales pero los que más padecen a EI son los periodistas locales: censura, represalias, secuestros o ejecuciones.
Hace dos años se publicaron las 11 reglas del periodista en Siria que recoge el informe de Reporteros Sin Fronteras.
Video ejecuciones
Son pocos, apenas el 3% de los producidos por Daesh, pero son los que tienen mayor impacto en las audiencias occidentales.
Tienen un objetivo claro: aterrorizar y captar adeptos. Los asesinatos en vivo son la marca de la casa pero representan un porcentaje bajo y por supuesto no son una invención suya, ya lo inauguró Al Cada con Daniel Pearl en 2002.
Ahora, eso sí, lo hacen a varias cámaras, con drones, con grúas, y ensayan una y otra vez. Lo han contado los periodistas secuestrados y liberados después, la tortura era continua porque ensayaban la puesta en escena del video muchas veces.
Los mensajes de los verdugos son escuetos porque la violencia en sí misma es el mensaje. Todos los detalles están cuidados al máximo, por supuesto también la música…
Cánticos
Los cánticos musulmanes son otro de los grandes hits radicales.
En el tren que iba de Ámsterdam a París, un día del mes agosto pasado, a eso de las seis de la tarde, se escuchó un cántico animando al martirio y al combate.
Ayoub El Khazzani, con los cascos puestos, pinchó en youtube para darse un subidón de adrenalina antes de entrar en el baño y salir con un kalasnikov y una pistola.
Intentaba provocar una masacre en el tren, que afortunadamente fue evitada por varios soldados norteamericanos y un británico. El marroquí nacido en Tetuán y residente varios años en España, visionó en su móvil un audio de youtube.
Estos cánticos, inspirados en la poesía mozárabe de Al Ándalus, están permitidos por el Islam radical, porque se trata de música sin instrumentos. Voces masculinas, como mandan los cánones salafistas, y aderezadas, eso sí, con efectos de sonido, disparos, caballos, gritos o lo que el posproductor de turno decida.
Casi siempre, en las letras se jura lealtad a Al Bagdadi y se glorifica el califato. Se hacen desde un ordenador y el nivel de perfección y la magnitud y alcance de los mismos es impresionante. Puede ser sólo audio o audio y video, o bien combina un formato entrevista/ pieza de televisión o reportaje/ cánticos para animar cualquier narrativa audiovisual.
Pero aún hay más….
El Mujatuit, entre el tuit y el video corto, es la fusión de la palabra Muyaidin y tuit…
Muestra a los combatientes armados, pero en ambientes relajados, sonriendo, con niños y en escenas de la vida cotidiana. Dan voz a la gente local y también a los extranjeros.
Son rápidos, fundamentalmente destinados a ser difundidos en redes sociales. Es lo que sería un breve o una cola en televisión porque por lo general no superan el minuto. Un trozo de realidad, delicadamente ambientada, para endulzar la propaganda. Muestran como es una vida feliz en el Estado Islámico.
Arengas o Sermones
Son videos sin off, sin locución. Lo que en la tele llamamos “en sus propias palabras”. Seleccionan al orador u oradores. Normalmente les sientan delante de la cámara para que enuncien su discurso. Se utilizan planos medios o cortos para aumentar la intensidad dramática del discurso. Y suelen trasmitir mensajes que quieren ser más profundos que los del mujattweets o la pieza corta.
Los directores de casting de Daesh son estupendos, eligen a gente que funciona delante de la cámara, alto reactivo que comunican y que resultan seductores para el que abre el video desde el ordenador de su casa en Ceuta, en Madrid o en Marsella…
Además hay buenos guiones y buena dirección de actores porque sus ademanes se adecuan al mensaje. La forma de mirar a cámara, la manera en que impostan la voz siempre va en paralelo al tipo de mensaje.
Se adornan con cánticos, como audio ambiente, y por supuesto con imágenes recursos porque, en un video, ellos lo saben también, no puedes abusar del busto parlante, mejor alternar el discurso del orador a cámara con imágenes para cubrirlo mientras sigue hablando.
Película Documental
El género rey sería la película documental. Llamas de la Guerra se publicó en 2014, anunciado con un tráiler lanzado dos meses antes en una gran campaña de marketing. Era una historia del grupo terrorista, bien adornado con efectos especiales, e imágenes variadas, bastante desordenadas y sin un guión claro.
Penoso material de aceptable factura, cuyos fragmentos, fueron emitidos en muchos informativos.
Los medios de comunicación: deontología profesional en la difusión de la propaganda terrorista.
No necesitan a los medios de comunicación porque las redes sociales les han dado un acceso directo a sus públicos, pero es que además, los medios de comunicación picamos también en su anzuelo. Porque su gran acierto es que conocen los resortes que mueven la cultura mediática de masas, nos seducen también a nosotros con su propaganda y la emitimos.
El Estado Islámico crea personajes para nosotros, y nosotros, los medios sucumbimos. Servimos en bandeja sus productos en nuestras televisiones. Conocen también nuestras teclas, las tocan y saltamos, emitiendo sus producciones en prime time. Un ejemplo paradigmático es Yihadi John. Pocos saben de quien hablo si me refiero a Emwazi, pero todos o casi todos sabrán quién es Yihadi John.
Un producto que parecía de ficción pero que asesinaba de forma muy real, entre otros acabó con la vida de James Foley, compañero de cautiverio de Cantlie...
Su estética estaba muy pensada, era absolutamente de videojuego, tipo sicarios de Assasins Creed y como el protagonista de este video juego de moda, también pertenecía a una hermandad.
Un ninja que gusta, que resulta seductor para una audiencia familiarizada con este tipo de códigos. Crea ambiente de terror, capta la atención de la audiencia y ejecuta a los rehenes, vestidos de naranja, como al final de la película Saw. Es un psicópata del siglo XXI que convierte el asesinato en un espectáculo atractivo y popular, que conecta con muchos jóvenes y cuya historia ha sido emitida por gran parte de los medios de comunicación occidentales. Qué medio no ha hecho un perfil del ex rapero londinense, convertido en muyaidin.
Ya muerto, Daesh ha seguido explotando el icono. En el número de Dabiq, la revista multimedia de los yihadistas, hace una loa a su persona y describe al asesino frío como un ser misericordioso, amable, generoso, celoso del Islam
Verdugos que parecen ninjas, ejecuciones que parecen de video juego o directamente del cine… Trivializan la muerte, para que parezca mentira pero es verdad, terriblemente verdad.
La pregunta que debemos hacernos es ¿hasta qué punto nosotros, los medios de comunicación y muy especialmente los audiovisuales, prestamos nuestros medios a sus fines, contribuimos desde nuestras privilegiadas plataformas a difundir sus mensajes?
Porque ellos, con sus personajes de guión, como yihadi John o Yihadi Junior son capaces de calzar en nuestros informativos sus atroces videos, de hacer de la información el arma de guerra más poderosa.
A ello ayuda y mucho el apagón informativo que aplasta la guerra de Siria. Se ha demostrado que, informativamente, marcan la agenda y los medios la seguimos. ¿Cómo hacer para contarlo, cuando la mosca de la bandera de estado islámico conquista también las emisiones de nuestros informativos. ¿Cómo impedir que logren su doble objetivo: aterrorizar y atraer a nuevos fans de la yihad global ?
Porque una imagen no siempre vale más que mil palabras, si no hay un periodista que ponga el contexto y explique. Todo aderezado con esas gotitas de deontología profesional tan necesarias en los tiempos que corren.
La pregunta debería ser qué límites debemos poner como informadores para no contribuir al juego de la propaganda. Y la respuesta debería ir en la línea de que las líneas rojas deben marcarlas la dignidad de las víctimas, una línea roja que pocas veces se cumple.
Se plantea la cuestión de si todo ese excelente trabajo propagandístico tiene que estar presente en los medios de comunicación, ¿Debemos difundir los vídeos de las ejecuciones, aunque sea parcialmente?. La violencia es un producto informativo de primera que los medios de comunicación de masas venden con gusto. Los terroristas presentan el terror como algo imitable, que no mancha y, con frecuencia, sin selección, los periodistas reproducimos esos mensajes.
¿Dónde estaría el sabio término medio entre información y propaganda? Hay que contarlo pero sin caer en exhibir la grandeza de sus fantásticos videos de cine, de sus efectos especiales, de sus originales formatos bien iluminados. Además hay que contextualizar para que el espectador sepa qué es lo que se está mostrando e impedir que nuestras plataformas sirvan a sus fines.
La propaganda de masas funciona. Se demostró por primera vez en un conflicto hace justo un siglo en la primera Guerra Mundial, y ahora vemos como la propaganda que perpetra un grupo terrorista vuelve a hacer su trabajo de forma brillante en un formato posmoderno.
En la revista oficial de Daesh, Dabiq amenazan: “Continuaremos expandiéndonos hasta que la bandera negra ondee sobre Constantinopla y Roma. Hasta entonces, dejad que los cruzados se acostumbren al sonido de la explosión y a la imagen de la matanza en sus propias casas”. Sonido e imagen….
Un recuerdo especial para los tres periodistas españoles secuestrados en Siria: Ángel Sastre, José Manuel López y Antonio Pampliega, ojalá estén pronto contándonos su experiencia.