Dicen que es un jardín de radicales, pero la sensación cuando se entra en Molenbeek es la de un gran bazar tranquilo donde ahora también se respira miedo. Por eso se reclama la paz en cada escaparate. Aquí los terroristas se esconden en los sótanos. A Manuel, las granadas de la policía le hicieron saltar. Estaba meditando cuando se enteró de que enfrente de su casa se encontraba el fugitivo más buscado de Europa. Sabe cómo todos aquí le protegían. El barrio es hermético y protector con los suyos. Por eso el centenar de yihadistas que han vuelto de Siria e Irak se camuflan entre la gente de bien que padece el estigma.