No hay nada peor que abusar de la indefensa fragilidad de un niño. La inocencia de quien es pequeño, el miedo, la vergüenza, la incredulidad, hasta la culpa. Sólo los que han sufrido abusos durante la niñez son capaces de ponerle palabras al dolor de la confianza traicionada, de la inexplicable pena física y psíquica que generan estos maniacos en quien sólo merece protección y cuidado.
Ante esta vergüenza, de la que hablaba el Papa Francisco, no caben excusas, ni justificaciones, casi no valen la pena ni las explicaciones porque no hay quien explique un comportamiento tan enfermo y torcido, ni mucho menos su encubrimiento.
Durante años el tabú de la pederastia en el seno de la Iglesia, que se quiere llamar Santa, no ha permitido llevar a cabo la profunda y necesaria limpieza pero sobre todo la merecida e imprescindible reparación en la dignidad de las víctimas. No vale con un perdón, con las 50 veces que los distintos Papas han entonado el mea culpa, hace falta examen de conciencia, los datos que pide la ONU, y penitencia para obtener un auténtica redención, que los culpables paguen aquí en la tierra por sus crímenes.
El Informe de la Comisión de la ONU para la Protección de los Derechos del Niño acusa a Roma de encubrir y no investigar lo suficiente los pecados de pederastia cometidos por algunos de sus miembros.
Según las estadísticas aportadas en 2009 por el representante vaticano ante la ONU, el arzobispo Silvano Tomasi, ha habido entre 6000 y 20.000 religiosos pedófilos. Ahora el Comité para la Defensa del Niño pide a Roma que entregue toda la información que poseen sobre pederastas con alzacuellos.
Muy pocos han pagado por esta especie de masiva barbarie moral así que se solicita al Vaticano que retire de las iglesias a los sacerdotes condenados o sospechosos de haber abusado de menores. Además solicitan que se entregue a los autores, tal y como hace unos meses hizo el Papa Francisco con el nuncio en República Dominicana, acusado de pederastia, que fue fulminantemente destituido y puesto en manos de las justicia.
La Iglesia debe levantar la voz para acabar por fin con un silencio cómplice y sepultar definitivamente el recurrente “y tú más”. Hace tan sólo unos días el arzobispo Tomasi decía que “hay abusadores en todas las profesiones”.
Nada de lo que se haga será suficiente para reparar el dolor de un sufrimiento tan hondo y extendido a tantas personas alrededor del mundo por eso toda la colaboración es poca, toda la transparencia es poca, todo el esfuerzo será poco para evitar que vuelvan a escribirse renglones torcidos en la Iglesia sin que nadie los enderece.