Guinea Ecuatorial, con su millón doscientas mil almas sobreviviendo en un mar de petróleo y cacao, es el único país del continente con el español como idioma oficial. España ejerció como metrópoli de esta pequeña república del África negra durante casi dos siglos, hasta el 12 de octubre de 1968. Sin embargo, los últimos días de aquella colonización singular fue tortuoso, con un gobernante designado -Francisco Macías- que pronto se reveló con un sátrapa poco cuerdo que iba a aplastar a su población y, de paso las relaciones con la vieja madre-patria. Tras aquella independencia, siete mil españoles se quedaron en la recién estrenada república pero no habían pasado ni seis meses cuando tuvieron que abandonar apresuradamente el territorio. El nuevo gobierno quería borrar deprisa los restos de todo pasado español, en aras de una negritud que nacía como identidad en el continente pero que Macías sólo iba a utilizar para perpetuar su tiranía durante una década. El relato de esos últimos españoles de Guinea Ecuatorial exhibe la incertidumbre de aquellos días en la historia de dos familias -los Hernández y los Bima- junto a la nostalgia de un mundo que estaba a punto de perderse.
La historia de la familia Bima
La familia Bima quería escapar de la agitación de los nerviosos años treinta del pasado siglo en España, así que la oportunidad de ensayar fortuna en África fue un poderoso reclamo. El apellido se convirtió en nombre porque ya entonces, Jose Bima, pasó a llamarse como su padre, simplemente Bima, un apelativo apropiado para ser reconocido por los nativos pero también por los expatriados españoles en África. Este ex colono, afincado desde hace décadas en Barcelona, tiene bien marcados los tonos que aún hoy, a sus setenta y tantos, colorean sus recuerdos de niño corriendo por las selvas de Guinea Ecuatorial, entonces colonia española del Golfo de Guinea.Su familia, al frente de una hacienda maderera, convirtió en hogar el paisaje suntuoso y el aire sofocante, por eso lloraba la primera vez que salió de África rumbo a la península. Tenía diez años y viajaba a la Barcelona de los años 50 para estudiar pero en su espíritu volaba la sangre rabiosa de África. El apellido se hizo célebre en los últimos instantes del periodo colonial cuando un primo suyo, Juan José Bima, se convirtió en el único español que falleció en la tumultuosa salida de los colonos españoles tras la independencia ecuatoguineana. Un tiro caprichoso que vino de la espesura del bosque cuando huía junto a su familia por el Río Muni le granjeó el doloroso título. Esos días, miles de españoles como él, trataban de abandonar el país porque los jóvenes paramilitares del presidente Macías, que ya viraba hacia el totalitarismo más duro, les amedrentaban cada vez más.
En su larga vida africana, Bima ha vivido todas las etapas y por eso se autodenomina: colono, provinciano, autonómico, independiente y de nuevo español de Cataluña. Su recorrido fue el de tantos en la Guinea Española, un mundo irrecuperable e irrepetible.
La aventura de Pilar y José Luis
El mismo mundo que se encontró Pilar cuando decidió viajar con su marido José Luis en el año 68, a punto de vivir, sin saberlo los últimos meses de unos territorios que desde 1959 eran provincias españolas, aparentemente iguales en derechos que Murcia o Madrid, y que incluso disponían de sus procuradores en Cortes por las provincias de Fernando Poo y Río Muni.
El matrimonio puso rumbó en un avión de Iberia hacia Santa Isabel, con el objetivo de ahorrar, poder comprar una casa en España y, a la vez, vivir la aventura con sus dos hijos pequeños. La casualidad les hizo presenciar los últimos meses de aquel Edén y el comienzo del pánico. Macías estaba a punto de desatar su ira contra lo que quedaba en Guinea de su admirado régimen Franquista pero también contra los blancos.
José Luis era uno de los piloto de Iberia, destacado en la Santa Isabel de Fernando Poo de entonces, hoy Malabo, la capital de la guinea insular. Los aviones de la compañía española unían la isla y el continente pero también cubrían las rutas con el vecino Camerún.
Pero a estas alturas del proceso descolonizador, aupado por Naciones Unidas, la nueva república africana no quería a la vieja eéite blanca; pues tenía la suya propia entrenada durante años a la sombra de los salacots ibéricos. Los viejos territorios del Golfo guineano eran ya rescoldos coloniales y gente, como José Luis y Pilar iban a ser de los últimos en abandonar esa Guinea que se independizó de España en un proceso vertiginoso que terminó siendo correoso y difícil. Los españoles que iban quedando se refugiaron en los acuartelamientos que aún funcionaban de la guardia civil pensando que allí estarían seguros. Casi 7000 españoles lo abandonaron todo en un éxodo masivo, sin mirar atrás, con el miedo meciendo una mudanza forzosa.