Ha aprendido rápido a sonreír discreta junto al político de moda, Fabiana Rosales contribuía, hasta hace no mucho, en la organización de las campañas y la comunicación del partido Voluntad Popular pero ahora su marido, Juan Guaidó, se ha convertido en el presidente que quiere encargarse del futuro de Venezuela y ella, en una suerte de primera dama accidental que, con rapidez, se ha hecho al nuevo rol. Ahora la paran por la calle para sacarle fotos y de un día para otro es una celebridad forzosa.
Exhibe la candidez y la frescura de sus 26 años y por eso 'Fabi' aún intenta colocarse en su nueva piel: “Lo de primera dama suena muy grande”, explica, pero “quiero servir a mi país y para eso tengo el ejemplo de las mujeres de mi familia: mi abuela, mi madre, mujeres de campo, como yo, pero que saben lo que es el esfuerzo. Eso he aprendido en mi familia”.
El accidente del puesto se lo toma con una naturalidad pasmosa, esta joven periodista e 'influencer' (cuya cuenta rebosa seguidores en los últimos días) que ampliando la mirada se inspira en gente como Michelle Obama o la Reina Leticia, de la que adora su elegancia y la imagen de autenticidad que trasmite, según ella, la Familia Real.
Conoció a su marido, mucho antes de ser “presidente encargado”, muchísimo antes de ser un diputado de Voluntad Popular, cuando era un ingeniero que dejó un trabajo bien pagado en una multinacional para hacer recados en el partido. Hace siete años empezaron a hacer juntos campañas electorales y ya no se han separado nunca: “tiene una vocación de servicio muy grande y es metódico a la hora de cumplir sus planes. A él casi nada le altera. Por eso y porque está loco con su hija, le amo”, argumenta ella.
Con una fe inquebrantable de activista en esta Venezuela que nunca ha querido dejar, recuerda el esfuerzo titánico que hizo par pagarse un viaje con su pareja a Río de Janeiro hace unos años, algo que ahora, dice, sería impensable por la situación económica y eso que aún, nos cuenta, tiene pendiente visitar en Madrid a una de sus mejores amigas.
Se casaron cuando llegó Miranda, la niña de casi dos años, con profético nombre de libertador, cuyo nacimiento coincidió con las protestas más duras en 2017: “El mismo día que nació mi hija murió un amigo en los disturbios, así que la alegría de su llegada se vio oscurecida por esos terribles acontecimientos en los que perdimos a tantos venezolanos, algunos amigos “, añade Fabiana.
Así que, si la suerte está de su lado, cuando pise por primera vez España, fantasea, y Europa, lo hará como primera dama de Venezuela, una figura que ya se afana en ir construyendo.