“Escocia: te amo”
El duelo entre el primer ministro británico, David Cameron, y el escocés, Alex Salmond, por lograr que Escocia no les abandone -en el caso del primero- o para conseguir que se lance en los brazos de la independencia, -en el caso del segundo-, está en tablas: empate técnico en la batalla de campaña.
El primer ministro David Cameron entona una canción de amor dirigida a unos escépticos escoceses que no terminan de creerse esa pasión nacida de la noche a la mañana en el corazoncito del líder conservador. La batería de medidas para lograr que los escoceses voten NO a la independencia el próximo día 18 pasa por el desembarco de todos los líderes del NO en Escocia: liberales, laboristas y conservadores, conquistando el territorio de William Wallace durante la campaña.
La bandera escocesa ondea en Downing Street y se ofrece la autonomía al peso, muchos guiños a un electorado que, por primera vez según algunas encuestas, podría votar Si a la independencia.
La mayor habilidad del líder independentista Alex Salmond ha sido ser capaz de cocinar su amor a fuego lento. Logró arrebatarle a Cameron el compromiso de la celebración de un referéndum y tras esa gran victoria ha vuelto a derrochar sus dos cualidades más representativas, a lo largo de su extensa carrera política: moderación y paciencia.
Con moderación logró que allá por 1997, Tony Blair, el entonces premier laborista aprobase un plan de autogobierno para Escocia que no tenía precedentes: descentralización administrativa con cesión de competencias políticas y una cierta manga ancha en materia fiscal. No era la independencia pero si el primer paso hacia ella.
Con paciencia ha esperado Salmond su momento y con moderación ha conseguido que Londres les deje votar. Su otra fortaleza ha sido ser escrupulosamente respetuoso con la ley.
Frente a la destreza de Salmond, la torpeza de Cameron. Su mayor error de cálculo ha sido pensar que su gesto democrático no tendría consecuencias, pero quien hace preguntas que no debe, obtiene respuestas que no quiere. La campaña serena del partido nacionalista escocés ha sido hábil, sin miedos ni exigencias, sin amenazas, sin órdagos, con las leyes en la mano y batallando en el parlamento.
El referéndum es el primero que se celebra en una región de la Unión Europea para plantear la secesión de un territorio de un estado miembro, un hecho sin precedentes que, en plena ola nacionalista, podría abrir la caja de los truenos independentistas en muchas esquinas descontentas del viejo continente.
Habrá que ver si antes del 18 el primer ministro, David Cameron, en la desesperación de quien ha jugado con fuego, se calza la falda escocesa. Y habrá que ver si Salmond, con su moderación y paciencia habituales, puede llegar a la meta de la independencia. En caso de que no lo consiga seguro que esperará, paciente, el próximo asalto.