Catalina, con la mirada perdida, reza por su niño muerto. Esta campesina guatemalteca que posa con el resto de sus hijos se despidió de Felipe de tan sólo ocho años y de su marido, cargada de esperanza, pero ahora sólo llora. Toda la familia malvivía en la pobre y remota comunidad de Maya-chuj de Nentón, en las montañas del oeste de Guatemala. Pensaron que si el padre viajaba con uno de los hijos menores, lo tendría más fácil para que las autoridades estadounidenses le permitieran quedarse.
Hay una investigación abierta pero el pequeño pudo fallecer, quizá de gripe, el día de Navidad estando en poder de las autoridades estadounidenses. La familia pide ahora que les devuelvan el cuerpo del niño y también que dejen quedarse al padre, para que los demás, los vivos, tengan una posibilidad de futuro.
Felipe es el segundo niño guatemalteco muerto, después de intentar cruzar la frontera de Estados Unidos, a principios de diciembre, la niña de siete años, Jakeline Caal, también falleció por deshidratación en territorio estadounidense.