Casi todas las veces que se le ha visto ha sido en un aeropuerto. Desde que fue defenestrado de Corea del Norte hace ya 16 años, saltaba de China a Japón o a Indonesia. Y en un aeropuerto, precisamente, el de Kuala Lumpur en Malasia, es justo donde ha muerto en oscuras y novelescas circunstancias. La prensa surcoreana, amante de los rumores más inquietantes sobre sus vecinos del norte (unos ciertos y otros no), cuenta que dos mujeres le clavaron en el cuello jeringuillas con un veneno letal, las dos espías asesinas habrían logrado escapar en un taxi. A Kim Jong_nam, el hijo mayor de Kim Jong Il, el segundo de la única dinastía comunista del mundo, le trasladaron a este hospital pero falleció en el camino.