El barrio ceutí de El Príncipe vive de espaldas al resto de la ciudad, una separación física y también psicológica. Su población está integrada casi en su totalidad por vecinos de religión musulmana. En sus colegios solo hay niños que profesan esta fe y el fracaso escolar es muy alto porque en ocasiones la lengua materna es el dariya (dialecto que mezcla el árabe y el castellano), lo que dificulta mucho el aprendizaje porque la lengua de escolarización es el castellano. Pese a ello, las madres aspiran a que sus hijos lleguen al instituto y también a que sus creencias sean respetadas en las aulas, justo ahora que la brecha interreligiosa es cada vez más profunda. Fuera del barrio de El Príncipe es otra historia. La gente baja a Ceuta a trabajar, casi siempre para los cristianos. Pero hay lugares en los que la mezcla entre las diferentes culturas funciona. Es el caso de algunos colegios católicos concertados. Allí experiencias como las de hijos de matrimonios mixtos demuestran lo importante que resulta poner por encima a las personas antes que a sus credos. Un ejemplo de una rara normalidad que escasea.