Saulo, Edwin y la pasión por el café: microhistoria de un caficultor en Colombia
Hasta en los peores tiempos del conflicto en Colombia cuando los cultivos de café se convertían en campos de coca, Saulo mantuvo el tipo. Él y su familia se dedicaron con esmero a cada planta para lograr que ni la guerra fuera capaz de matarlas.
Este caficultor colombiano atesora un trocito de tierra en las alturas de la región de Antioquia, Eldorado del café de Colombia. Él y su familia trabajan con mimo la finca La Cabaña, donde tras años sufriendo los conflictos del país, primero la guerrilla y después los paramilitares, no ha permitido que los cafetos dejen de crecer.
Cada planta tiene solera, algunas pasan de los 25 años, porque, hasta cuando era la vida lo que estaba en juego, el hombre no abandonó su pequeño cafetal. Las ha tratado casi con tanto cariño como a sus cuatro hijos, que, en temporada, después del colegio le ayudan con la recogida de su micro-cosecha porque su apuesta ha sido por la calidad y no por la cantidad.
Así que a estas alturas de la película de su vida, los cafetos tienen casi casi vida propia, la sabiduría de lo viejo y el vigor de lo nuevo. “Las plantas que tienen muchos años están mejor aclimatadas que las jóvenes. Asimilan mejor los nutrientes de la tierra y el café resultante es de mayor calidad. Para que en un cafeto viejo produzca buen café hay que haberlo cuidado mucho pero el resultado es excelente”, nos lo cuenta Francisco Bernal, experto en café y propietario de Cafés Bernal.
La buena vida que Saulo le ha dado a su cafetal ha hecho que, con la tranquilidad de estos últimos años y el asesoramiento del laboratorio de café del SENA, una institución pública que ayuda a los pequeños emprendedores, haya sacado adelante un productor excepcional.
A estas alturas, su nombre más bíblico que nunca y su hazaña más épica si cabe porque el caficultor ha logrado que su humilde producción baje una montaña, monte a caballo y cruce un océano para que su exquisito microlote de grano de café, cocinado con cuidado en la sierra de Colombia, lo saboreen, más de 8000 kilómetros después, en España.
El barista en construcción
Edwin llegó a España hace una década desde el corazón de la Colombia cafetalera. Cruzó el charco pero el café lo llevaba en las venas, tíos, primos y demás familia luchaban en Medellín por arrancarle unos granos a la tierra, en plena crisis por la bajada de los precios del café allá por los años 90.
Ya en España, se estableció en Cartagena, se hizo militar y, en lugar de surcar las montañas en busca de café, surca los mares desde su puesto de militar profesional en la Armada. Dentro del Ejército el gusanillo del café volvió a brotar cuando ganó un concurso de baristas en el seno de la Armada.
Los baristas son al café como los sumillers al vino, con la diferencia de que el café hay que prepararlo y el vino sólo servirlo. Son los especialistas en crear, preparar, servir y soñar con el delicioso líquido negro.
En su periplo por el mundo barista Edwin se cruzó con Francisco Bernal, de Café Bernal, que le adiestró con esmero.
La pequeña empresa familiar, fundada en Cartagena 40 años antes, se convirtió en el aula abierta de Edwing, una casa de tueste de café donde la calidad era una obsesión desde que tenían memoria.
Concurso tras concurso, victoria tras victoria, el café seguía fluyendo con fuerza en el espíritu del joven antioqueño.
Después del verano viajó a Colombia para buscar un gran café con el que competir en el Concurso Nacional de Baristas que se celebraba en Barcelona. Lo encontró en la finca de Saulo, procedente de un micro lote de 300 kilos. Ahora tanto Edwin como Cafés Bernal quieren devolverle el regalo al caficultor, a Saulo y a todos los que, como él, son el punto de partida del calor, del aroma, de la compañía, del universo que se esconde en la taza de café que saboreamos cada mañana. Hacerlo cuando estamos a un pasito de la Navidad hace que el gesto cobre aún más sentido.
Sin el amor que ponen estos hombres rudos pero mimosos con la tierra a la hora de cultivar cada planta, cada cafeto, la vida sería un poco menos vida porque el café nos regala esa pizca de sal que necesitamos.
Si quieres colaborar para que Saulo siga cultivando el mejor café puedes hacerlo: un granito de tu esfuerzo por un granito de café, todo con ese aroma navideño que ya empieza a impregnarnos.
ES06 3058 0280 1027 2000 0292