El ser humano es un 60% de agua y diariamente perdemos 2,3 litros. Su pérdida o no reposición puede llevarnos a una deshidratación. A pesar de que somos conscientes de la necesidad de hidratarnos, en verano o al hacer ejercicio no hacemos un esfuerzo extra por consumir ese agua que perdemos. El 90% de la población bebe menos de lo necesario para reponer agua diariamente. Y estos días en los que la ola de calor está colocando el mercurio en los 40ºC puede ser un error fatal.
La gente que trabaja al sol, los deportistas y las personas mayores son los grupos con más alto riesgo de sufrir deshidratación. En verano, con el calor, o cuando hacemos ejercicio físico, nuestra necesidad de hidratación aumenta alrededor de 1,5 litros por hora. Al igual que los coches, usamos agua para refrigerarnos, el chivato de que algo va mal es la sed, pero muchas personas mayores lo tienen estropeado y esa sensación no se activa correctamente.
Otros problemas que puede generar la deshidratación son pérdida de memoria, pérdida de la coordinación visual-motora, sensación de confusión y de fatiga, somnolencia, dolores de cabeza o mayor riesgo de caídas.
Una de las formas más habituales para el ser humano de enfriar la temperatura del cuerpo es la hidratación. Entre las funciones más importantes que aporta el agua al ser humano está la regulación de la temperatura corporal, pero además, posibilita el transporte de nutrientes a todas las células, colabora en el proceso digestivo y absortivo, contribuye a la eliminación de sustancias de desecho y forma una parte esencial del organismo, pues está compuesto de agua en un 60%.
Recomendaciones
Todo cuerpo humano contiene un 60% de agua, aunque durante nuestro primer año de vida ese porcentaje es del 80%. Diariamente, un adulto pierde 2,3 litros de agua que debe reponer. Las fórmulas por las que perdemos el agua de nuestro cuerpo son conocidas. La principal es la orina, que supone un 60% de esa cantidad, seguida por la transpiración y la respiración, que suponen un 15% cada una, y en menor medida en heces y sudor, que se pierde en torno a un 5% del agua que gasta diariamente un organismo.
Los médicos recomiendan ingerir diariamente una media de 2,5 litros de agua para un adulto. Esta cantidad debería incrementarse en 300 ml para las embarazadas o en 700 ml para las madres que den el pecho. Los bebes lactantes no necesitan más hidratación que la que reciben del pecho materno. Los bebés entre 6 meses y un año requieren 1 litro de bebida, los niños ente 1 y 8 años entre 1,1 y 1,6 litros; 2 litros para los niños entre 9 y 14 años y entre 2 y 2,5 litros para los adultos. Con temperaturas superiores a 37 grados, es conveniente beber 300 ml más al día por grado extra.
Estas necesidades de líquidos se obtienen en un 75% de bebida y en un 80% de la comida. La leche, zumos, sopas o refrescos que son agua en el 90% de su composición; verduras, yogures, patatas o pescados blancos lo son en un 80%, mientras que algo menos de agua nos aportan huevos, pescados azules, carnes o pan. Una de los errores más comunes que se cometen es pensar que el alcohol hidrata, pero sus efectos diuréticos contribuyen más a la deshidratación que a la hidratación.