Rota por la evolución de su paciente, Elisa se derrumba y le confiesa a Gabriel que nunca ha tenido vocación sanitaria y que se siente una mala persona. Sin embargo, él le confiesa el verdadero motivo por el que decidió ser médico.
En un intento de secar las lágrimas de su amiga, Gabriel le asegura que ella no es una mala persona y le confiesa por qué decidió ser médico cuando veía que en Etiopia la gente se moría de una simple fiebre. “Es una gran suerte ser médico por un ideal, Gabriel, no lo olvides nunca. Sin eso, nada tiene sentido”, le ha asegurado una Elisa destruida que asegura no haber tenido nunca vocación de salvar a nadie.