Sonia Ledesma sospechaba que detrás de la desaparición de Sara había algo más. La pillaron cuando iba a salir del país, pero luego la historia dio un giro y confirmó las suposiciones de la inspectora. Eduardo, el marido de Sara, no era tan perfecto como aparentaba.
Tras interrogarla en comisaría, Sara y Eduardo volvieron a su casa. Pero la inspectora no estaba tranquila: estaba segura de que cerrar el caso no era una buena idea, así que se fue a vigilar al exterior de un local que Eduardo tenía y del que no le había contado nada a su mujer. Cuando se enteró de que la pareja había abandonado su domicilio dejando a su hija pequeña sola, decidió actuar: rompió el cristal y entró en busca de respuestas.
Sonia sabía que algo pasaba y sus sospechas se confirmaron cuando encontró, dentro de una nevera, un cadáver. Se trataba de la exmujer de Eduardo, que supuestamente les había abandonado a él y a su hija hacía tres años.
Ese terrible descubrimiento obligó a la inspectora a darse prisa: tenía que encontrar a Sara antes de que ocurriera una desgracia. Lo logró: la mujer estaba tirada en una sala, herida, pero viva. Ahora era el momento de dar caza al culpable de todo esto, que no era otro que Eduardo.
La inspectora logró dar con Eduardo justo antes de que lograse escapar. Pero antes de detenerle vivieron un momento de lo más tenso, en el que el asesino amenazó con quitarse la vida con un cristal roto.