Willows y los forenses acuden al centro escolar en el que estudia la hija de la investigadora para recabar las primeras evidencias del crimen. La víctima resulta ser un joven estudiante de ideología racista que formaba parte de un grupo de chicos conflictivos.
Tras este descubrimiento, los investigadores amplían el círculo de sospechosos en el que incluyen al conserje africano del colegio.
Poco después, el C.S.I. constata que el fallecido y el empleado del centro escolar, refugiado de la guerra de Ruanda, mantenían una relación de amistad cuando el joven comenzó a interesarse por la historia de su supervivencia durante el terrible genocidio.