Desde que somos pequeños nos inculcan que nos preocupemos por nuestra salud física. Que estemos alerta ante cualquier síntoma o indisposición y que acudamos al médico en caso de que detectemos algo extraño o inusual, incluso aunque sea un indicio menor. Pero no ocurre lo mismo con la salud mental, la gran olvidada, que contribuye en la misma medida a nuestro bienestar y sobre la que es necesario poner el foco más a menudo.
Prestar atención a nuestra higiene mental es una necesidad si queremos sentirnos bien y estar a gusto con nosotros mismos y nuestro entorno. Como ocurre con la esfera física, detectar posibles problemas, comportamientos o reacciones insólitas o poco habituales es el primer paso. En un contexto como el reciente, en el que hemos pasado más tiempo solos, sometidos a un mayor estrés y con crecientes dudas sobre el futuro más inmediato, hacerlo es más importante que nunca para poder pasar al siguiente escalón.
Cuidar nuestra salud mental pasa por que seamos capaces de gestionar correctamente nuestras emociones. Y es preciso puntualizar: gestionar las emociones no es sinónimo de bloquear nuestros sentimientos o no expresar lo que nos ocurre. Las emociones suponen una reacción a un estímulo, una forma de exteriorizar (o interiorizar) cómo nos sentimos frente a lo que nos rodea. Su gestión tiene que ver con darles un espacio y un nombre, permitirnos sentirlas sin que nos controlen, identificarlas y ponerlas en su contexto y dimensión, para ganar en higiene mental e inteligencia emocional.
El cuidado emocional no se consigue mediante ninguna fórmula mágica. Para lograr gestionar las emociones correctamente es preciso combinar la atención a varios aspectos que nos ayuden a ir en la dirección deseada. En eso tiene mucho que ver el concepto de autocuidado: crear un entorno favorable, seguro, que nos haga sentirnos mejor y conectar con nosotros mismos. Para ello es fundamental, por ejemplo, realizar actividades que nos gusten o ponderar la vida social y la reserva de una parcela de intimidad exclusivamente personal.
Las rutinas son otra parte esencial para sanar nuestra higiene mental. Nos ayudan a encontrar certezas, a asumir responsabilidades y a mantenernos ocupados. Respetar unos horarios, tener tareas y cumplir con lo que nos proponemos (aunque empecemos poco a poco) permite construir un equilibrio personal que nos hace estar situados y tener objetivos.
Y en esto también tiene mucho que ver la protección de nuestra salud física: el descanso, una correcta alimentación y la práctica de ejercicio retroalimentan nuestro bienestar psicológico. Por suerte, avances tecnológicos como los que incorpora lo nuevo de Fitbit, el smartwatch Fitbit Sense, facilitan esta gestión gracias a sus funcionalidades: desde detectar el nivel de estrés a valorar nuestro sueño, monitorizar nuestra actividad diaria o permitirnos desconectar en condiciones.
La salud mental está especialmente comprometida hoy en día debido a la cantidad de sobreinformación a la que estamos expuestos habitualmente en los entornos digitales. Un exceso de noticias, opiniones e interacciones, que además no siempre son ciertas ni constructivas, por lo que componen un entorno complicado. Si las emociones son una respuesta a un estímulo, cuando el contexto es así de agotador y negativo, compromete nuestro estado emocional. Por eso la solución pasa también por evitar según qué impactos.
Es un tema en el que ha profundizado Jesús Vázquez en la nueva entrega del Método Vázquez by Fitbit. De la mano del testimonio de Jorge Javier Vázquez y la experta Jorge Javier VázquezMaría Esclápez, han abordado el efecto que tienen las críticas no constructivas, así como han derribado mitos sobre la mejor forma de afrontarlas. ¿Es ignorarlas la opción más efectiva para ganar en salud mental?