Belén no quería que le tocasen el pelo, de pequeña se lo cortó y llegó a arrepentirse muchísimo. Por eso estaba sentada con la peluquera y estaba tensa, incómoda e incluso llegó a soltar alguna lagrimita. Menos mal que Pelayo se puso serio y la convenció porque el cambio valió la pena. ¡Si es que hay que dejarse guiar por nuestros estilistas!