Desde el primer cruce de miradas, entre Gaviota y Sebastián surge una irresistible atracción, que avivará la llama de un amor apasionado e imposible entre dos personas que pertenecen a mundos completamente opuestos: él, acostumbrado a moverse entre las élites neoyorquinas y ella, una joven campesina de origen humilde.
En una primera cita totalmente improvisada, que surge cuando Sebastián salva a Gaviota de su hermano Iván cuando intentaba abusar de ella, los dos jóvenes se besan apasionadamente antes de despedirse.
Poco después, Sebastián decide ir a casa de Gaviota y de su madre para llevarles un televisor, momento que Carmenza, madre de Gaviota, aprovecha para pedirle que no vuelva a ver a su hija: "Sé que no hay ninguna mala intención, pero mi hija ha vivido poco y puede ilusionarse", le dice.
Sebastián, que con su mirada deja claro que no se esperaba esta reacción por parte de la madre de Gaviota, accede a su petición y le promete que no volverá a verse con su hija.
Aunque la atracción entre ellos es evidente y la conexión surgió desde que se vieron por primera vez, ambos saben que este beso puede complicarles mucho la vida.