Era su amiga y acompañante oficial en funerales oficiales. Al parecer se conocían bien y se lo pasaban mejor. Aún recuerdo aquella tarde de verano en aquel yate en aguas mediterráneas no hace tanto tiempo, en la que Maru (como le llamaba José Manuel Parada) acabó con un pecho fuera y tan contenta. Luego el mundo entero lo vimos en vídeo que muy probablemente fuera lo que más les divertía a ambos.
Ayer, la noticia del fallecimiento de Marujita Díaz le pilló fuera de España. Estas cosas cuando te pillan lejos, te atormentan más.
Parada quería despedirse de su amiga, pero cuál sería su sorpresa cuando después de haber movido todos los hilos para coger el primer avión a Madrid, en el mismito aeropuerto, se entera de esto.
Importante el detalle. ¿Qué se le pasa a alguien por la cabeza para decidir incinerar a unas 11.30h de la mañana a una persona que no tenía por costumbre madrugar? Parada no puede entender que esto esté pasando y desde el país americano donde estuviera seguía tuiteando al mismo tiempo que trinando.
En una cosa estoy de acuerdo con él. Marujita se merecía una despedida más multitudinaria y más dramática como buena folclórica alegre y salerosa que era. Estas cosas se están perdiendo en España y no puede ser. No digo más.