La conocida sopa de tiburón comenzó a consumirse hace al menos cinco siglos, en tiempos de la dinastía Ming, cuando los emperadores consideraban las aletas un producto noble y prestigioso sólo por el hecho de que se obtuviera tan poco de un animal tan grande.
Con el paso del tiempo, como casi todo, el consumo de esta sopa se ha democratizado y además lo ha hecho en un país como China, con una clase media que no para de crecer desde finales del siglo XX. Comenzó a popularizarse como manjar en las bodas y en los restaurantes chinos de alto nivel, y la enorme demanda de aletas supuso la captura de ingentes cantidades de tiburones no sólo en ese país, sino por flotas pesqueras de todo el mundo.
Se ha convertido en algo tan exclusivo que sus precios han alcanzado cifras desorbitadas de hasta 100 dólares el plato o 650 dólares por el kilo de aleta.
Es un negocio tan lucrativo que la FAO estima que cada año se capturan entre 60 y 250 millones de tiburones, cifras totalmente fuera de escala especialmente si tenemos en cuenta el proceso tardío de reproducción de esta especie. Todos ellos son capturados fundamentalmente por sus aletas ya que, en comparación, el precio de su carne es muy bajo porque su valor culinario no es bueno normalmente debido al alto nivel de urea que contiene.
¿Qué empezaron a hacer los pescadores? Como el animal entero ocupa mucho en las bodegas de los barcos y realmente sólo les interesa la aleta, comenzaron a hacer aleteo o finning, una siniestra práctica que consiste en cortar las aletas a los animales vivos y devolver su cuerpo moribundo al océano, donde acababa por morir ahogado o devorado por otros animales tras una terrible agonía.
Esto lo hacen más de 150 países en el mundo, una práctica catalogada como cruel además de ser una forma de desperdicio del recurso pesquero que obliga a capturar más y más ejemplares para aprovechar menos del 3% del peso del animal. Las consecuencias de este negocio han sido catastróficas para los tiburones, que han descendido de forma alarmante en las últimas décadas.
Hace relativamente poco, en 2003, se prohibió en Europa el aleteo y en 2013 se amplió la prohibición con la medida de “obligación de desembarco de aletas naturalmente adheridas”, con la que los barcos pueden pescar tiburones (las especies no prohibidas) pero sin descartar el cuerpo del animal.
¿Qué es lo que ocurre? Además de existir muy poco control en los desembarcos y por supuesto en alta mar y en aguas internacionales, la legislación europea sin embargo permite el comercio de aletas a granel (siempre que no se trate de las 12 especies protegidas en el convenio CITES), lo que da lugar a que se comercie con especies protegidas o ejemplares capturados de forma ilegal.
Aunque nos parezca sorprendente, cada año se capturan millones de tiburones y Europa (España fundamentalmente) es líder en capturas y exportación de aletas procesadas de alta calidad. Es fundamental que se prohíba el comercio de aletas de tiburón incluyendo la exportación, importación y tránsito.
Una medida que ya se aplica en países como Canadá, que desde junio de 2019 es el primer país del G7 que ha prohibido el comercio de aletas. En Estados Unidos se aplica ya en algunos de sus estados y se está actualmente en proceso de aprobación en otros.
Desde 2012 los ciudadanos de la UE tenemos derecho a realizar iniciativas ciudadanas por las que se sugiere a la Comisión Europea una proposición de ley determinada, y si alcanza un millón de firmas en un año, la Comisión Europea debe aceptar la propuesta y presentarla en el Parlamento Europeo. Si allí se aprueba, se procede al proceso habitual de elaboración legislativa comunitaria.
Ahora todos los ciudadanos europeos podemos hacer algo por la conservación de los tiburones firmando aquí para apoyar el fin del comercio de aleta de tiburón en Europa.
En las últimas décadas algunas poblaciones de tiburones han disminuido hasta en un 90% debido a esta sobreexplotación pesquera que está aniquilando los hábitats oceánicos. Los tiburones representan un eslabón fundamental de nuestros océanos porque regulan y equilibran la vida que hay en ellos y ayudan a preservar sus ecosistemas, entre sus múltiples funciones.
Es uno de los peces más longevos del planeta, llevan más de 400 millones de años viajando por los mares, diversificándose y adaptándose también para vivir incluso en agua dulce. Son unos depredadores magníficos que representan una impresionante historia de éxito evolutivo, hasta que hemos llegado nosotros, los humanos.
Sin estos animales, de momento nuestro futuro tampoco está garantizado en la Tierra. Si les protegemos hoy, estamos protegiendo el mañana de nuestras próximas generaciones.
*Gracias a Mónica Alonso y a Silvia Jiménez por su colaboración en este artículo.
*Fotografía lonja Vigo: Wolfram Koch