La llamada del planeta
Nuestra vida ha cambiado de forma radical en los últimos dos meses. Desde que empezó el confinamiento he pensado mucho en las ballenas y los tiburones con los que he buceado, en los conejos que me encontraba en el campo cuando salía a correr, en las gaviotas que descansaban en la orilla del mar, en los leones y las jirafas de la sabana africana… y no he dejado de preguntarme qué pensarán ahora todos esos animales, y sobre todo me imagino cuánto estarán disfrutando mientras la humanidad parece haber desaparecido.
Nuestro planeta llevaba mucho tiempo asfixiado debido al ritmo de vida que llevamos, totalmente letal para los ecosistemas y los recursos naturales. Sólo en estas últimas semanas en el continente europeo la atmósfera se ha limpiado notablemente de dióxido de carbono gracias al parón del tráfico y las grandes industrias.
Desgraciadamente esta pandemia nos está sirviendo como ensayo para luchar contra el cambio climático: el planeta necesita que busquemos nuevos modelos de producción y obtención de energías, necesita que nos adaptemos a una forma de vida más sostenible, menos consumista y más lenta. Para sobrevivir, nuestro planeta necesita que todos pensemos más en él y nos quedemos más en casa.
Ojalá esta cuarentena nos ayude a abrir los ojos y a darnos cuenta de lo dañino que es el sistema de consumo que mueve el mundo. Estos meses han sido un buen momento para evolucionar y salir de la vorágine en la que habíamos convertido nuestra vida, recuperando un tiempo de mayor calidad con los que convivimos.
Pero esta pandemia también empieza a dejarnos cifras escalofriantes de deshechos plásticos en todo el mundo: mascarillas, guantes, viseras plásticas… ya han aparecido cientos de estas mascarillas en zonas costeras y en islas deshabitadas del continente asiático. Y es sólo el principio.
Imaginaos, si cada ser humano usa una o dos mascarillas al día y éstas no se reciclan de forma correcta… las cantidades de basura serán inabarcables y muchos de estos residuos se sumarán a la contaminación costera, de mares y océanos.
También estamos empezando a ver como la contaminación, tras haber descendido drásticamente durante el confinamiento en China, con la vuelta a la normalidad se está disparando a niveles superiores a los anteriores debido en parte a que los ciudadanos están usando más el transporte privado por el riesgo al contagio.
En definitiva, hemos dado un pequeño respiro al planeta pero la vuelta a la actividad tras el Covid-19 va a seguir degradando aún más nuestro entorno. Desgraciadamente, la humanidad no parece reaccionar ante el inminente cambio climático antropogénico que estamos viviendo y la catástrofe medioambiental que sufren nuestros océanos.
Si no cambiamos urgentemente nuestros hábitos, la posteridad no nos perdonará.