Bali es una isla sorprendente, en la que puedes estar un mes y siempre te faltará tiempo para hacer y ver todo lo que ofrece. En mi último viaje, en el que visité Indonesia, pasé ocho días allí y fue realmente complejo organizarlos. Los trayectos son largos, las carreteras pésimas… ¡y los planes innumerables!
Finalmente, y gracias a nuestro buen amigo Norberto, pasamos dos noches en el interior, concretamente en Ubud, centro artístico y cultural de la isla, y uno de los pueblos más populares por estar rodeado de campos de arroz y ser meca del yoga actualmente.
Este fue sin duda uno de los mejores días de nuestra estancia: el interior de Bali estalla en infinitos verdes y amarillos, cascadas y templos rodeados de una naturaleza asombrosamente ordenada y elegante.
Y que tuvimos la suerte de contemplar… ¡sobre ruedas! Una actividad muy recomendable que nos permitió disfrutar más del paisaje, conocer mejor la zona y por supuesto, hacer un poco de deporte y divertirnos.
Durante el recorrido visitamos los arrozales de Jatiluwih, que son una muestra de la antigua cultura del cultivo en la isla. Fuimos acompañados por una guía que nos explicó su funcionamiento: los campesinos han elaborado un singular sistema de irrigación y túneles ya que, debido a las condiciones geográficas de la zona, su agricultura es imposible de mecanizar.
El cultivo de arroz en Bali es el principal motor de la isla y se ha convertido también en un reclamo turístico por la belleza de estos campos y el estilo de vida tradicional que conserva la población local.
Durante el recorrido llegamos a un templo enorme, completamente recubierto de verdín, de historia y vibraciones. Para entrar nos colocaron un sarong (pareo) y lo visitamos completamente solos. El templo se dividía en diferentes estancias, y todas ellas parecían haber surgido de la exuberante selva que nos rodeaba.
Esta es otra de las ventajas de ir en bicicleta: la mayor parte del recorrido lo hicimos en soledad, disfrutando del silencio de la naturaleza y la magia de los templos.
Como veis, el cielo estaba bastante cubierto, y aunque la temperatura no es tan alta como en la costa, la humedad seguía siendo sofocante. Es imprescindible llevar calzado cerrado, el terreno suele estar también mojado. Y por supuesto, ¡repelente de mosquitos!.
Tras un par de horas en bici (aproximadamente), nos recibieron con un plato de comida típica de la zona, donde pudimos probar el arroz rojo (super saciante, parecido al integral), unas espinacas con un sabor increíble y por supuesto sambal casero, el picante que preparan allí.
Una parada esencial en vuestra estancia en la isla, que os permitirá conocer un Bali muy diferente.
Gracias come2indonesia y Green Bike por un día tan auténtico.
Y siempre a Álvaro Puerto por sus reportajes fotográficos.